Mayra Nebril
“La verdad tiene estructura de ficción” - J. Lacan
La semana pasada una paloma se murió en la azotea que se encuentra justo enfrente al diván de mi consultorio. Era jueves y sucedió entre las doce y las tres de la tarde, momento en el que no estaba allí para presenciar el acontecimiento. Pero cuando llegué y me instalé en mi sillón, además de escuchar a quien hablaba tendido mirando vaya a saber qué, yo no podía dejar de observar a la paloma. Transcurrieron siete días en los que ninguno de mis analizantes reparó en lo que claramente no era un detalle para mis ojos. Recién hoy una paciente vio y se detuvo en el animal muerto junto al diván, pero su paloma fue el trampolín para tomar impulso y adentrarse en cuestiones diversas a las de mi azotea. Entonces pensé que sólo una persona de las que se encuentran en mi círculo, al observar esta azotea plateada con el cuerpo de la paloma desapareciendo de a poco, haría la misma primera asociación. Estaba segura, aun así quise comprobarlo. “Azotea- Paloma”, decía el mensaje. ¡Qué suerte que acertó! Ceci respondió Levrero, Mario Levrero.
¿Qué mundo creaste con esas palabras, Levrero? Fue mágico tomar conciencia de que el universo Levrero existía en este otoño del 2012, que esta azotea era un puente con ese mundo imaginario de La novela luminosa tanto para Cecilia, como para mí. Supe así que, una vez escrito y leído, el libro transformaba la manera en que determinadas cuestiones se alineaban para sus lectores apasionados, pero entonces ¿en qué registro está y actúa la lectura?
Acerca de la lectura dice Roland Barthes en El susurro del lenguaje “Al encerrarse para leer, al hacer de la lectura un estado totalmente apartado, clandestino, en el que el mundo resulta abolido por entero, el lector – el leyente – se identifica con otros dos seres humanos –muy próximos entre sí a decir verdad- cuyo estado requiere igualmente una violenta separación: el enamorado y el místico … Todo esto acaba de confirmar que el sujeto lector es un sujeto enteramente exiliado bajo el registro del Imaginario; toda su economía de placer consiste en cuidar su relación dual con el libro (es decir con la Imagen)”
Otro precioso concepto de Barthes es el de lectura con la cabeza levantada, que da cuenta del momento en que el lector se despega de la página para apuntar en su pensamiento algo que enlazó a través de la lectura, concepto que nos permite comprender que hay creación en el acto de leer. Cuando regresamos al texto, estamos con nuestro Levrero, nuestro Kundera, o con nuestro Saramago. La lectura será singular, cada lector le imprimirá determinada postura, determinados matices, unas cuantas asociaciones, pero con los elementos que me da el mundo del escritor como punto de partida. Es con los elementos que ese autor propone, con la estructura de esa obra, que el lector hace su lectura. Será utilizando el cimiento del escritor que se puedan hacer paredes muy diversas.
El lector con su libro se sostiene en el imperio imaginario, pero ese mundo que se organiza un poco obra del escritor y otro poco obra del lector, hay veces que permite una creación, y esa creación tiene efectos en el sujeto. Leer alinea significantes, se inscribe en la realidad del lector, le inventa realidad, y puede entonces el leer ser equivalente a ganar un pedazo de tierra, sería como conquistarle la tierra de sentidos, al mar de significantes.
El suceso de la paloma muerta en la azotea me ha puesto a pensar acerca de los efectos que puede tener la lectura. La lectura permite el despliegue del universo imaginario del lector, es el imaginario quien liga a la cosa con la palabra que la denomina, es la imagen-idea la que enlaza a los otros dos registros, pero el despliegue de dicho universo ¿qué efectos puede tener?
Cuando la lectura es pasión ¿el acto de leer puede hacer inscripciones simbólicas y reales?
Sé que el mundo al que pertenecemos los lectores está construido también por las lecturas que nos han formado, sé que azotea y paloma serán La novela luminosa, necesariamente Cecilia, ya que sin los otros sería agobiante leer, y la sensación que germinó en mí con la lectura de Mario Levrero.
Supe también, leyendo a Barthes y pensando en psicoanálisis, que mi oficio de psicoanalista versa sobre la lectura, que psicoanalizar es una forma particular y creativa de leer. El analizante en sesión despliega su obra de la cual pocas veces es autor, y el analista hace una lectura queriendo que la obra se transforme en texto. Lectura que es también lectura con la cabeza levantada, lectura que tendrá mucho del estilo del analista, de su formación y estructura psíquica, pero lectura que está determinada por la proporción de la obra que trae el paciente. El proceso de análisis pretende que el paciente sea cada vez más lector-autor del texto del que habla, que versione y ficcione con él, que sepa que la verdad es consecuencia del lenguaje. Y pensando y leyendo y pensando otra vez, me acerqué a la afirmación: sí, la lectura tiene efectos en lo simbólico y lo real, y de eso se trata el psicoanálisis, ¿verdad?
“La verdad es el error que escapa del engaño y se alcanza a partir de un malentendido.”
J. Lacan
Imagen: Alireza Darvish
Me pregunto, perdón la ignorancia: si el oficio del psicoanalista versa sobre una lectura con tantas posibilidades de interpretación como un buen libro, como decís vos; ¿tiene acaso un fin, no una finalidad sino un fin plausible, válido, el vínculo terapeuta-paciente? Me pregunto eso porque creo que los buenos libros no lo tienen, y me pareció que vos, por lo que decís en tu artículo, pensás lo mismo. Gracias. Me gustó mucho leerte.
ResponderEliminarMe alegra tu lectura atenta. Y me cuestiona tu intensa pregunta. Hace un tiempo que trabajo sobre esa interrogante, qué tanto tiene que ver el analista en esa lectura que hace, qué tan distinta sería la lectura de otro por ser otro, y qué tanto de lo que se da tiene que ver con ese peculiar encuentro que es el vínculo terapeuta - paciente. Tú te preguntás qué sucede en el fin de un tratamiento, yo también. Sin duda que las implicancias de una lectura duran toda la vida, la paloma y la azotea me seguirán abriendo camino al mundo levreriano y a esa manera peculiar de sentir que Levrero plantó con su Novela luminosa en mí, sin duda también que el análisis sigue del lado del paciente escribiéndose toda la vida, y del lado del analista creo que algo de esa lectura realizada cada vez sembrará sentidos y relanzará preguntas, interrogantes que permitirán que continúe instalada del lado del Deseo del analista. Mayra
ResponderEliminar¡Celebro que ninguno de los pacientes precedentes haya constatado el deceso! Con esa flor de metáfora existencial, se hubieran pasado hablando de la colúmbida. Y, dispénsenme la licencia bíblica, la paloma es el símbolo de la reconciliación.
ResponderEliminar¿Acaso el psicoanálisis es el fin de la autocomplacencia?
Muy bueno tu artículo.Seguimos pensando...
Muchas gracias Ad, por tu lectura y comentario.
ResponderEliminarContigo aprendí la palabra colúmbida. Para los que no la conocen(incluido el diccionario de word que me la subraya),dejamos su sentido en suspenso para que lo averigüen y así ya no la olviden.
¿Qué tanto cambiará el mundo, cuando entra en él la palabra colúmbida? ¡Te mantengo al tanto! Mayra