por Elianna Pascual
“Estas páginas, en las que voy haciendo anotaciones con una claridad que para ellas perdura,
las acabo de releer y me interrogo. ¿Qué es esto, para qué todo esto?
¿Quién soy yo cuando estoy sintiendo? ¿Qué es lo que muero cuando soy?
Como alguien que desde una gran altura intenta distinguir las vidas de un valle,
así yo me contemplo desde una cima y soy, con todo lo demás,
un paisaje indiferenciado y confuso.” (63, pág. 77)
“Estas páginas, en las que voy haciendo anotaciones con una claridad que para ellas perdura,
las acabo de releer y me interrogo. ¿Qué es esto, para qué todo esto?
¿Quién soy yo cuando estoy sintiendo? ¿Qué es lo que muero cuando soy?
Como alguien que desde una gran altura intenta distinguir las vidas de un valle,
así yo me contemplo desde una cima y soy, con todo lo demás,
un paisaje indiferenciado y confuso.” (63, pág. 77)
Quiero
leer a Pessoa y jugar y reírme, porque Pessoa me hace entrar en esa especie de
tragedia que termina siendo una rayuela, si habla él o si habla el heterónimo o
cómo definir un heterónimo a partir de él, o cómo definir el Estilo. Quiero
hacer como la avioneta del sueño que por fin despega, en el tercer intento lo
logra. Acá va mi segundo intento con Pessoa, quiero creer que tendré una
oportunidad más con ustedes. Quiero despegarme
de Pessoa pero con él, como si por fin reivindicara esta realidad más real y
más mediocre de lo que tantos quisieran, pero tanto más coherente por cierto, de lo
que algunos otros pudieran aspirar.
Revisando
lo leído y subrayado en este primer tercio del libro, me propuse buscar la
definición más exacta –para mí, en este hic
et nunc-, de Desasosiego. Por ahora he encontrado varias pero voy a tomar
arbitraria y subjetivamente dos, una que comporta un párrafo y otra que
comporta una imagen.
- El párrafo
“El
cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en las ilusiones–su
pérdida, la inutilidad de tenerlas, el pre-cansancio de tener que tenerlas para
poder perderlas, la pena de haberlas tenido, la vergüenza intelectual de
haberlas tenido sabiendo que tendrían un final así.” (68, pág. 81)
- La imagen que para mí representa una gran definición semiótica del desasosiego, es el título que aparece en el apartado 66 de la página 78 “ENCOGERSE DE HOMBROS”
Busqué
una imagen que mostrara lo que veo yo cuando me imagino una situación tan
desasosegante que produce esta conmoción corporal, que aparece antes que la
palabra; una expresión tan humana y tan inevitable que cualquiera sería capaz
de ver y de entender. Y encontré este dibujo que tomo prestado de http://sp.depositphotos.com/73589553/stock-illustration-comic-cartoon-man-shrugging-shoulders.html
Me gusta leer textos y encontrar figuras literarias. Y hallar el entimema. Me apasiona descubrir los diversos usos que se puede dar a una palabra. El estricto, el figurado. El etimológico, el menos usado, el lugar común. Y tantas posibilidades más. Recuerdo que la primera palabra que me detuvo en la lectura del Libro del desasosiego fue resignar. Era verano y Paola, Mayra y yo emprendíamos nuestras primeras impresiones en torno al texto de Soares. Recuerdo que conversamos mucho sobre el párrafo donde aparecía este término, hasta que Joan Corominas nos iluminó con su sabiduría.
En la búsqueda de resignar, Corominas nos envió a signar, y de allí a seña. Utilizada en un sentido estricto, la palabra es de la época de las carabelas de Colón, quiere decir “anular” o propiamente “romper el sello que cierra algo”. Después de constatar esto, me pregunto cómo fue que terminamos usándola como la usamos hoy en día.
Si
intento preguntarme, desde una óptica de la literatura, qué significa esto, creo
que debería responderme: esto es un juego. Como la Rayuela. O como armar un puzzle
gigante. El desasosiego de Pessoa, lejos de desahuciarnos nos sumerge en un laberinto
de sentidos cada vez. Interminable embrollo. Con sentidos exquisitos por
cierto.
Las
figuras literarias son otro ejemplo, otra manera de jugar. En las cien primeras
páginas de Pessoa encontré, hasta ahora, tres distintos arreglos de figuras
literarias: aquellas que abarcan un enunciado, las que abarcan un párrafo o más
y cuyo entimema es una figura retórica, y las que implican una imagen. Me divierte
mucho sumergirme en este desafío cada vez que leo o releo cada párrafo de
Pessoa. Y si bien temo equivocarme, voy a compartir, a continuación, algunas
fichas de este puzzle que se va armando para mí.
Para
terminar, voy a dejarles un link. Es curioso advertir ahora que la oportunidad
en que hablamos puntualmente de las Figuras Retóricas en nuestro blog fue para
reflexionar sobre El Humor. En esa oportunidad tomamos prestadas las
definiciones que proporciona el Diccionario
enciclopédico de las ciencias del lenguaje, de Ducrot y Todorov. El libro del desasosiego es, a partir de
ahora y hasta que alguien agregue algo distinto, la prueba de que todo texto en
el que se produce humor tiene algún recurso literario pero, no necesariamente
todo texto literario produce risa. http://languelengue.blogspot.com.uy/2013/09/elocutio.html
He elegido algunos fragmentos del Libro del desasosiego para proponerles un juego. La idea es que ustedes cuenten qué figuras retóricas ven en ellos. Algunas de las
que yo veo son sinestesia, hipálage, y oxímoron… ¡A ver si me cuentan dónde las
ven ustedes, también!
- “En mi corazón hay una paz de
angustia, y mi sosiego está hecho de resignación.” (3, pág. 19)
- “Siento. Tengo frío de
fiebre. Soy yo.” (67, pág. 81)
- “Con lentitud, el pestañar
azul blanco de una luciérnaga va sucediéndose a sí mismo. En torno a ella,
oscuro, el campo es una gran ausencia de ruido que huele casi bien. La paz
de todo duele y pesa. Un tedio informe me ahoga.” (50, pág. 59)
- “Todo me cansa, incluso lo
que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor.” (80,
pág. 93)
- “Una tristeza de crepúsculo,
hecha de cansancios y de renuncias falsas, un tedio de sentir alguna cosa,
un dolor como de un sollozo detenido o de una verdad conseguida. Se
extiende por mi alma desatenta este paisaje de abdicaciones–bulevares de
gestos abandonados, altos macizos de sueños ni siquiera bien soñados,
inconsecuencias, como muros de boj separando caminos vacíos, suposiciones,
como viejos tanques sin surtidor vivo, todo se enmaraña y se visualiza
pobre en el desaliño triste de mis sensaciones confusas.” (47,
pág. 57)
- “Con estas reflexiones me
consuelo, ya que no puedo consolarme con la vida. Y el símbolo se me funde
con la realidad cuando, transeúnte de cuerpo y alma por estas calles bajas
que van a dar al Tajo, veo los altos claros de la ciudad resplandecer,
como la gloria ajena, con las luces diversas de un sol que ya ni siquiera
está en su ocaso.” (73, pág. 87)
- “Este mar es agua salada. Este
ocaso es comenzar a faltar la luz del sol en esta latitud y longitud. Este
niño, que juega delante de mí, es un montón intelectual de células–más
aún, es una relojería de movimientos subatómicos, extraño conglomerado
eléctrico de millones de sistemas solares en miniatura mínima.” (58, págs. 70-71)
- “Crecen árboles, pero a su
sombra hay bancos. En su alineación de cara a los cuatro costados de la
ciudad, allí sólo plaza, los bancos son mayores y casi siempre tienen
abundancia de poca gente.” (67, pág. 80)
- “El aplauso llega hasta el
cuarto piso donde vivo y choca con el mobiliario tosco de mi cuarto
barato, con la ordinariez que me rodea y me humilla de la cocina al sueño.”
(54, pág. 65)
“Soy como
alguien que busca al azar, no sabiendo donde se ocultó
el objeto que nunca le dijeron lo que era. Jugamos al escondite con nadie.
Hay en algún sitio un subterfugio transcendente,
una divinidad fluida y solo oída.” (63, pág. 77)
el objeto que nunca le dijeron lo que era. Jugamos al escondite con nadie.
Hay en algún sitio un subterfugio transcendente,
una divinidad fluida y solo oída.” (63, pág. 77)
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