Entrevista a Saramago: Pessoa, los heterónimos y especialmente Ricardo Reis

Fragmento de la entrevista realizada por Silvia Lemus para nexos el 1ro. de enero de 1998

Fernando Pessoa escondió o multiplicó sus personalidades a través de sus heterónimos, como Ricardo Reis, Álvaro de Campos, etcétera. ¿A qué se debe, o por qué escogió usted a Ricardo Reis para darle vida y muerte propias?

Esa es una larga historia. Cuando aún no tenía veinte años, leyendo —la revista Antena, dirigida por Fernando Pessoa,— me encontré con unos cuantos poemas firmados por Ricardo Reis. Como entonces yo era ignorante de esas cosas y de muchas más, creí que existía realmente un poeta llamado Ricardo Reis. Y durante unos cuantos meses seguí creyendo eso. Hasta que un día alguien, ¿o lo leí?, ya no puedo recordar, me dijo que Ricardo Reis no era más que un heterónimo de Fernando Pessoa. Desde esos días hasta la fecha, he vivido con una relación un poco de conflicto con el personaje, y sobre todo con la personalidad de Ricardo Reis. Ese que Fernando Pessoa inventó, claro. Por un lado me fascinaba la poesía firmada por Ricardo Reis, las “Ora marítima”, donde se halla esa especie de sabiduría un poco escéptica, ese neoclasicismo tanto en la forma como en el contenido. Pero por otro lado me indignaba la postura cívica, por decirlo así, ni siquiera política, de Ricardo Reis cuando decía: “Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo”. Yo he tenido desde muy joven un compromiso cívico, un compromiso político muy claro, así que me indignaba ese señor. Al mismo tiempo que admiraba toda esa perfección formal y conceptual, me indignaba que ese señor fuera eso, que anduviera por allí diciendo: “Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo”. Por coincidencia. Fernando Pessoa murió en noviembre del 35. Ricardo Reis, —según la biografía que Fernando Pessoa escribió para su heterónimo—, vivía entonces en Río de Janeiro y era médico. Mi ficción ha sido ésta: Ricardo Reis volverá de Río de Janeiro a Lisboa después de la muerte de su creador, Fernando Pessoa. Y como él siempre está diciendo “Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo”, bueno, entonces yo le voy a enseñar el espectáculo del mundo. Porque el año siguiente es el 36. ¿Y el 36 qué es? El 36 es cantidad de cosas que se están preparando para el inicio de lo que ocurrirá tres años después. Es la ocupación de la Renania por las tropas nazis. Es el frente popular en Francia. Es la Guerra Civil en España. Es la guerra de Italia contra Etiopía. Es el huevo de la serpiente que se está incubando, y abrirá tres años más tarde.
Al mismo tiempo que intenta ser una obra literaria. El año de la muerte de Ricardo Reis es un poco como un ajuste de cuentas entre yo, el autor, y Ricardo Reis. ¿Usted se cree que la sabiduría es estar sentado mirando lo que pasa? Pues entonces aquí tiene lo que pasa y dígame si le gusta. Lo que hay al final es el desencuentro entre Ricardo Reis y Fernando Pessoa, que vuelve del más allá para encontrarse con Reis.
¿Lo hubiera escrito en vida de Fernando Pessoa?
No, no se podía. No se podía porque la verdad es que aún no teníamos la información completa sobre el fenómeno de la heteronimia. Todo aquello sobre las distintas relaciones entre los diferentes heterónimos: Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, todo eso lo hemos aprendido mucho más tarde. Así que todo ese ambiente —que podemos llamar el entorno de su alma— tenía que madurar en nuestra propia conciencia para que pudiera después llegar el autor A, B, C o D —y en este caso este que aquí está— y decir algo que pudiera salir directamente del mundo de su alma y de sus heterónimos.
¿Cuál fue el sentimiento hacia Pessoa cuando se descubrió lo de sus heterónimos?
La verdad es que lo que él ha hecho, si nos damos bien cuenta, no ha sido más que abrir una puerta abierta. Y esto no es disminuirlo, al contrario. Cuando digo que no ha hecho más que abrir una puerta abierta, es para decir que en verdad todos sabemos que no somos uno. Yo no soy uno, aquí dentro hay cantidad de ellos, varios. Lo que pasa es que uno hace todo lo que uno puede para dar hacia afuera una imagen coherente, definida. Y eso a veces se paga muy duro, a veces se paga con la locura, con el suicidio. Es muy complicado buscar una coherencia interior para que uno se presente al mundo como de una sola pieza.
Cuando digo que Pessoa no ha hecho más que abrir una puerta abierta, es que nosotros sabemos que es así: que no somos uno, no somos una singularidad, somos una pluralidad. Por fortuna, en la literatura jamás se había hecho esto de forma tan sistematizada, tan coherente y racionalista como lo hizo Fernando Pessoa. Lo que ahora parece algo común y corriente, ha sido una novedad. Y sobre todo porque Pessoa buscó contrarios en sí mismo. Es decir, no son varios de una misma familia; no, son varios de distintas familias. Ricardo Reis no tiene nada que ver con Alberto Caeiro. Alberto Caeiro es un hombre sencillo al que le gusta la naturaleza y todo eso. Álvaro de Campos es el modernista: le gusta la técnica, el desarrollo científico. Ricardo Reis es un helenista, él hace odas que podrían ser odas sáficas. Esa diversidad que hace que cada uno de ellos tenga su propio pensamiento, su propia teoría estética y su propia práctica —en lo que tiene que ver con la poesía o con la prosa que cada uno de ellos hace—, esa es la gran riqueza. Y la verdad es que estamos llegando al final de este siglo, y si estuviéramos buscando tres escritores que de alguna forma pudieran resumir el siglo XX, Fernando Pessoa sería uno de ellos. Los otros dos serían Kafka y Borges. Kafka, Pessoa y Borges son los tres escritores que definen el siglo.

Ricardo Reis


Prefiero las rosas, amor mío, a la patria,
y antes amo las magnolias
que la gloria y la virtud.

Después de que la vida no me canse, dejo
que la vida pase por mí
luego que yo quede el mismo.

¿Qué le puede importar a aquel a quien ya nada le importa?
que uno pierda y otro venza,
si la aurora aparece siempre,

si cada año con la primavera
las hojas aparecen
y con el otoño cesan?

Y lo demás, y las otras cosas que los humanos
agregan a la vida,
                                                       ¿qué me aumentan en el alma?

                                                       Nada, salvo el deseo de la indiferencia
                                                       Y la suave confianza
                                                       En la hora figurativa.



¡Tan pronto pasa todo lo que pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses todo
         lo que muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Rodéate de rosas, ama, bebe
         Y calla. Lo demás es nada.

Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que estemos.

Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que vivamos. Todo es ajeno
y no habla nuestra lengua.
Construyamos con nosotros mismos el retiro
donde escondernos, tímidos ante el insulto
del tumulto del mundo.
¿Qué quiere el amor más que no ser de los demás?
Como un secreto pronunciado entre misterios,
sea sagrado por nuestro.


Fernando Pessoa, Drama en gente, Antología
Selección, traducción y prólogo Francisco Cervantes.  
Edición Bilingüe



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