Julio Cortázar en Langue Lengue


Julio Cortázar, nacido accidentalente en Bruselas en 1914, es uno de los escritores argentinos más importantes de todos los tiempos. Creador de los excepcionales libros Rayuela, Historias de cronopios y famas, Bestiario, sólo por mencionar algunos; pero si decidimos pedirle que nos visitara en este tiempo estival que nos impone un nuevo ritmo fue por otro motivo. Cortázar es de esos autores que una vez que le damos cabida sabe acompañarnos a lo largo de la vida, como un buen amigo, que reconforta con esclarecedoras palabras, tiene y presta divertidas, bellas ideas que incluso se contagian. Los autonautas de la cosmopista o Un viaje atemporal París-Marsella, es un texto escrito a cuatro manos junto a su mujer Carol Dunlop, tierno e inspirador, cuya lectura es ideal para enamorarse de la vida.

Les dejamos unos pedacitos del libro para que se zambullan en su lectura, o lo que sería parecido, en busca de alguna "interminable fiesta de la vida" como ellos mismos describen la aventura, ya que sería mucho lograr, ver lo que tenemos tan cerca de un nuevo modo...




De cómo escribimos una carta que no por insólita dejaba de merecer respuesta, cosa que no aconteció, y de cómo en vista de ello los expedicionarios decidieron ignorar tan incalificable conducta y llevar a buen término lo que en ella se explicaba de la manera más galana y detallada


París, 9 de mayo de 1982

Señor Director de la

Sociedad de las Autopistas,

41 bis, Avenue Bosquet,

75007 PARÍS



Señor Director:

Me dirijo ahora a usted para solicitarle una autorización de naturaleza muy diferente. Junto con mi esposa Carol Dunlop, igualmente escritora, estudiamos la posibilidad de una "expedición" un tanto alocada y bastante surrealista, que consistiría en recorrer la autopista entre París y Marsella a bordo de nuestro Volkswagen Combi, equipado con todo lo necesario, deteniéndonos en los 65 paraderos de la autopista a razón de dos por día, es decir empleando algo más de un mes para cumplir el trayecto París-Marsella sin salir jamás de la autopista.

Aparte de la pequeña aventura que esto representa, tenemos la intención de escribir paralelamente al viaje un libro que contaría en forma literaria, poética y humorística las etapas, acoontecimientos y experiencias diversas que sin dudas nos ofrecerá tan extraña expedición. Dicho libro se llamará París Marsella en pequeñas etapas, y está claro que la autopista será un protagonista principal.

...


El único problema está en que, según creemos saber, un vehículo no puede permanecer más de dos días en la autopista, y por esa razón nos dirigimos a usted para pedirle la autorización que, llegado el momento, nos evitaría tener dificultades en los diferentes peajes....
Julio Cortázar




Autobautismo

Esta autopista paralela que buscamos sólo existe acaso en la imaginación de quienes sueñan con ella; pero si existe (es demasiado pronto para hacer afirmaciones categóricas, y sin embargo se diría que estamos ahí desde hace veinticuatro horas; que el lector excéptico piense, antes de negar la realidad a esta nueva vía eliminando el "acaso" de la frase, que tal vez desapareceremos con él; que tenga pues paciencia, que espere al menos que hayamos podido reunir pruebas), no sólo comporta un espacio físico diferente sino también otro tiempo. Cosmonautas de la autopista, a la manera de los viajeros interplanetarios que observan de lejos el rápido envejecimiento de aquellos que sigeun sometidos a las leyes del tiempo terrestre, ¿qué vamos a descubrir al entrar en un ritmo de camellos después de tantos viajes en avión, metro, tren? ... Autonautas de la cosmopista, dice Julio. El otro camino, que sin embargo es el mismo.




De la fauna entomológica en los paraderos y otras consideraciones ecológicas, así como de las posibilidades (escasas) de establecer una cartología de su flora arborescente

...

Mi árbol de esta tarde no tiene nombre, como casi todos mis árboles; nunca he aprendido a distinguirlos fuera de tres o cuatro, sauce, álamo, plátano, roble y pare de contar. Mediano y ancho, lanza sus cinco o seis pisos de ramas mayores y se esponja en una vasta cúpula poco discernible desde mi asiento al pie del tronco. La brisa mueve apenas las anchas hojas; se lo siente solo en su individualidad, bastándose a sí mismo. Pero no está solo, lo ire aprendiendo poco a poco y mi primera lección me la da una cosquilla en la nariz donde acaba de instalarse un gusanito que ha tendido su escala de seda desde alguna hoja con finalidades que se me escapan. Apenas he cortado el hilo de seda para ponerlo en tierra y que se vaya a fastidiar a ortro lado, veo muchos otros gusanos empeñados en la misma operación que tiene algo de angélico, sus escalas casi imperceptibles dejándolos bajar del árbol al suelo; un ciclo ha empezado, una metamorfosis se avecina, los gusanos abandonan su moviente cielo verde para aventurarse en la terrosa aventura que los espera abajo. A su vez el tronco, lo descubro ahora que miro más de cerca , es como un Ygdrassil en el que extraños pasajes se operan entre lo alto y lo bajo; por un lado una fila de grandes hormigas negras sube hasta perderse en la primera rama de la izquierda, mientras otra fila menos disciplinada desciende después de un viaje que no parece haberle proporcionado víveres, salvo que se los hayan comido allí donde se encontraban. ¿Y qué intención guía a este escarabajo azul que avanza en una lentísima espiral como un monje budista en el viaje de la revelación? Desaparece detrás del tronco para reaparecer unos centímetros más arriba, a ese ritmo llegará a lo alto dentro de dos horas y acaso hallará la iluminación. Una libélula acaba de descubrir un juego apasionante: sale del aire libre para meterse en el follaje salvando los obstáculos, desviándose a un lado y a otro mientras asciende y desciende entre los planos de las hojas, divirtiéndose en multiplicar un itinerario que no parece tener otra finalidad que la de obligarla a no equivocarse jamás en su cálculo de distancias. ¿Solo, ese árbol? Me han bastado diez minutos para descubrir que es como un universo vibrante de vidas...

¡Cuánto con tan poco! Lo mismo, lo simple, es tan nuevo, ¡ojalá de eso se trate el verano!

Mesa de luz de Elianna

Coexisten, aterciopelados frente al ventilador, libros de las más diversas índoles y de los más coloridos formatos. Así por ejemplo, hay libros con un perfume intenso, que vale la pena retomar cada tanto, Madame Bovary de Flaubert; libros con curiosas y divertidas texturas, Cuentos completos de Julio Cortázar; libros preparados para sobrevivir al diluvio universal, impermeables al olvido como no a las lágrimas, El Pozo de Juan Carlos Onetti y Poesía Completa de Idea Vilariño -me gusta decirlos así, juntos-; libros endurecidos por dentro y por fuera, aptos para resistir mordidas balbucientes, ruedas de andadores y otras intrincadas pruebas de fuerza humana, sueños de poesía exquisita, Los cantos de Maldoror de Isidoro Ducasse; libros de sensibilidades extremas, retazos de la microhistoria, Serás mía o de nadie, la verdadera muerte de Delmira Agustini de Diego Fischer.
Conviven, aún preparándose para la playa, aún sobre mi mesa de luz, un montón de sensaciones humanas que van desde la más suave y tierna infancia hasta lo propio y áspero de la adultez.

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