En
esta tercera entrega quincenal, deseo entrar profunda y cabalmente en el tema
por el cual Langue Lengue me ha convocado, mi dominio del Petitá, y en especial
de la relación entre el Petitá y la Estética. Voy en esta ocasión, por lo
tanto, a encaminarlos en la senda de Los
petitás de los grandes psicoanalistas, penetraremos, juntos, la lógica
fundante del psicoanálisis, esa que aún tiene sus consecuencias en el
psicopetiteo del licenciado recién advenido, ese que incluso antes de enmarcar
el título con dorado a la hoja y colgarlo en su consultorio, sabe, porque ha
estudiado o simplemente porque lo sospecha, acerca de la existencia del mundo
del psicopetitá psicoanalítico.
Quiero en esta oportunidad, ofrecer mi vasta
trayectoria a ese licenciado recién egresado, essse que quiere commmpenetrarse con sus petitás psicológicos, pero
tiene dudas en la mueblería al elegir su beryerrr o al decidirse por su diván.
Entonces,
estudiaremos el sabuaarfer de los petitás, o sea, estimados seguidores, hoy nos
avocaremos a los objetos del maestro, mas aquellos estrictamente relacionados
con la creación de la técnica, en definitiva, los psicopetitás de Freud.
Empecemos
por el principio, queridos fans, pero no por el huevo ni por la gallina, sino
por El diván, el afamado psicopetitá
diván, ese en el que retozaron el hombre de los lobos, el hombre de las ratas,
Dora, e incluso el mismo Sigmund, ya que sé de buena fuente que el maestro sesteaba,
a pata suelta y soñaba, en sus horas libres, recostado en él.
Dos
preguntas surgen a cualquier psicoanalista que observe con cuidado este mueble.
El primero es que tiene una alfombra sobre él, o sea, ¿esconde Freud su
elección de objeto?, ¿por qué?
No hay contacto directo con el mueble, es un
misterio en sí mismo que se instala antes de que el paciente comience a hablar,
¿adrede?, ¿el padre del psicoanálisis nos invita a un acertijo?, ¿nos pide,
así, que entremos en asociación libre?
Sí, sí, definitivamente es así-
queridísimos seguidores- un enigma que genera el TTsunami asociativo del que
hablamos en otra ocasión.
¡Arriesguen, digan, no teman! Háganlo, lectores. Ahora ....¿Necesitan que yo de el primer paso? Oquei, no por eminencia en el sabuaarfer de la estética del psicopetitá, dejo de saberhacer/sabuaarfer les un mimo a mis seguidores… a modo de ejemplo para que liberen las ideas, puedo ofrecerles un cómo proceder frente al enigma. No se queden
ahí encandilados, procedan, suelten la lengua…
El diván del maestro me recuerda
al living de Pochola, que forraba los sillones con nylon para conservarlos
mejor. O ¿sería Martha-la esposa de Freud- quien cubría el diván para evitar el roce que tanto trabajo daba quitarlo? Es un buen ejercicio, lectores, que permite otra
clínica, otra ética y otreeee estéticc.
Pero,
¿qué sabemos a ciencia cierta? Ya que también tenemos que saber ceñirnos a las
verdades, tan relacionadas con la estética, por otra parte. Lo que nos hace
saber, con el acto de cobertura del diván, es que el contacto está SIEMPRE
mediado, -eso nos quiere decir su gesto fundante- que el objeto está elevado a
la dignidad de la Cosa, o sea al menos essse diván, el suyo, está elevado y no
es cualquier COSA. Noten, por lo tanto, que con el diván nos hace la mostración
de lo que Lacan descubriría años después en una visita a la casa -ya convertida
en museo- de Freud. Se dice que Jacques miró debajo de la alfombra y quedó muy sorprendido,
pero decidió hacer silencio, para sólo después escribir el aforismo.
La
segunda pregunta es ¿por qué usó un diván?, ¿qué ligazón hay con su vida en
esta elección ético estética que marcó una técnica, la nuestra? Sabemos que sostener
la mirada, el clásico objeto petit a,
durante tantas horas agotaba a Sigmund y entonces se dio maña y creó el
psicopetitá diván para evitar-la, fue
el invento con el que responder a la demanda del petit a lacaniano,
¿comprenden?
El
petitá, siempre es creativo, ya que implica el despliegue del sujeto, de su
subjetividad, y está relacionado con su historia – en el caso de Sigmund
podemos, como es necesario hacer en psicoanálisis, suponer que fue la mirada
fuerte de su propio padre la que desencadenó su sabuaaarfer con ella, para
lograr imponer la distancia- pertinente- para hacer emerger la voz y hacer algo con ella. Crea Freud un
petitá a la medida de sus petit a. ¿Me siguieron?
Además,
debemos recordar que es la histeria quien le abre la historia del psicoanálisis,
y fácil es saber que ellas disfrutan con el uso de divanes, con o sin alfombra.
¿Comprenden
entonces cómo proceder para entrar en el análisis del nivel del psicopetitá?
Encuentren primero el objeto petit a clásico, son cuatro, ¿recuerdan? Hagan
algún versito que los contenga así no los olvidan más, plis. Después de
detectar el objeto petit a clásico, observen el modo de lidiar con él que
inventó el sujeto, -si es que tienen la suerte de conseguir un sujeto medio
avispado- aparecerá entonces el petitá, y si se trata de un psicoanalista, los
psicopetitás también estarán por allí. ¡Pero si es demasiado, quédense con el
mundo del petitá!
Pueden-
apreciables lectores amigos-empezar a pensar en la elección de vuestros divanes
y beryyyers, o en los que se encuentran en los consultorios que frecuentan. Es
hora de trazar suposiciones estéticas. Estética enganchada a Una, La, ética. Comprobarán
cómo se abre el concepto cuando dejan que mi cuerpo, teórico, claro está, entre
en ustedes.
Pueden intentar, tal vez sea un salto osado, pero el camino del
psicoanálisis implica riesgos, les decía que pueden empezar a interrelacionar
el término objeto petit a común- queridos, sepan que no por ser un concepto que
renové en el último tiempo, el clásico objeto petit a cae, así como existen dos
lacanes, existe también el posTTTlacan, que deja vivo al objeto de Jacques y
por supuesto eleva al petitá y al psicopetitá a la dignidad de alguna cosa- les
decía en esta frase en su comienzo, que podían intentar relacionar al petit a
simple con el petitá advenido del sabuaarfer de su propio análisis o del arte.
Trabajen,
piensen, creen, orrrevuar monamis,
Siempre suya,
la Tía Chichita.
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