Mayra Nebril
“¡Sonamos
muchachos! ¡Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el
mundo el que lo cambia a uno!” Mafalda, Quino.
Mafalda
fue la primera paciente a la que el Licenciado accedió a llamar por su apodo.
Si bien
fue difícil que se flexibilizara, ya que seguir las reglas suele ser camino
seguro, percibió que de seguir llamándola por su nombre de pila se quedaría sin
conocer a esa mujer tan peculiar.
“Dígame
Mafalda y tutéeme. No podría contarte lo más íntimo de mi vida y escucharte preguntarme: ¿Y
usted qué piensa María de los Socorros?, ¿entiende?”
El
Licenciado hizo la asociación pertinente, sonrió, y tomó la decisión en voz
alta.
“Mi nombre es Licenciado Lapsus Linguae y no Armiño Cande, así que la
llamaré Mafalda; pero sobre el tuteo, tengo que evaluarlo con más tiempo. ¿Sabe
lo que quiere decir ortodoxo? Orto –Recta, Doxa -Opinión, opinión recta,
opinión asumida en la repetición, opinión naturalizada. Es así porque sí, es
así porque es obvio que tiene que ser así, cuando se hace algo sin saber los motivos
por los que se lo hace, eso es la ortodoxia. ¿Me sigue? Y en ese punto, me
reconozco ortodoxo, Mafalda, y por lo tanto aun no me quedaría cómodo tutearla,
debo pensarlo.”
Y tras
una breve pausa ensayó:
-
Mafalda, dígame, ¿qué la trae a analizarse?
Mafalda
sonrió, le dio ternura la negociación realizada con tanta honestidad, no le
gustaba la ortodoxia, pero el acto de sinceridad mitigaba la impresión de
rigidez acerca del Licenciado. Además la
mujer había hecho anteriormente dos entrevistas con psicólogos en las que no se
había sentido cómoda. Mafalda recordó al psicólogo que la convidaba con mate,
fumaba en sesión y no sólo la tuteó sino que le contó su vida con voracidad, ¡pobre
hombre si ustedes supieran todo lo que le pasaba!; y la querible psicóloga a la
que se le llenaron los ojos de lágrimas apenas Mafalda empezó a contar de su
tristeza, y la invitó a hacer un “viaje” a sus vidas pasadas o a tirarse los
buzios para espantar envidias.
“Difícil
el mercado psicológico”, pensó Mafalda, “Lapsus es una buena elección”. Decidió quedarse y creer.
-
Hace dos meses cumplí cuarenta años y estoy
sumergida en una crisis que me tiene a medio bajarme de este mundo, Licenciado.
Es tan patético cumplir cuarenta. Uno se
siente taaaaan vulgar. La misma crisis
tonta de todos. Uy, qué horror las
arrugas, qué feas las várices, qué hago con la ley de gravedad, pasé por una
obra y ni chistaron. Ridículo decir lo
que dicen todos, ¿no? Somos como un ejemplar más de la serie, una cuarentona en
crisis, una gran estupidez. Y entonces se viene al psicólogo, uno que tenga más
de cuarenta, porque es bueno ir al psicoanalista. ¡Otro cliché!
“Esta
mujer va a lograr deprimirme” sentenció Lapsus en su silencio, pero aun así le
interesaba escucharla; asunto a analizar con tiempo y espacio, el masoquismo
implícito en la profesión de psicoanalista.
-
Le voy a confesar algo muy tonto. Empecé a verme
rara en el espejo. Mi imagen reflejaba una cierta extrañeza, como si hubiese
cortado la intimidad conmigo, ¿sabe? Me preocupó, tal vez se trataba de una
enfermedad, pero de pronto me di cuenta de que era otra cosa. Mis arrugas. No las
podía integrar a mí. Ni este pelo que después de haber peleado con él durante
treinta años, pierde su rebeldía y su terquedad y se pega a mi cara. Le conté a
mi marido, pero ¿vio cómo son los hombres? Felipe es un buenazo, pero él me
dice “Ta Gorda, es así la cosa.” ¡Qué me
viene a decir bobadas! Se acaba de poner brackets, y además arrancó a ir al
gimnasio de Manolito, un amigo que después de cumplir el sueño del supermercado
propio, puso una cadena de fitness, los Manolitics gym. ¡Otro con el viejazo!
Es decadente, Licenciado, porque además yo nunca arranqué para lo físico, y ahora
veo que no fue una buena manera de razonar. Con cuarenta años ¿no será una caída estrepitosa, ceder a esa trinchera
que me ha protegido la vida entera? Si a los veinte alcanzaba con leer a Nietzsche
y a los treinta con Schopenhauer y Spinoza, ¿por qué no será posible matar el abismo
del envejecimiento con Proust, Barthes y Lacan? Me marchito, Licenciado, lo
siento, lo sé y no lo soporto.
Mafalda se largó a llorar con la fuerza con la que llora
una niña cuando le arrebatan su chupachupa.
-
¿Y no hubo ganancia con la edad? ¿Qué ha pasado con las
cuestiones que le daban rumbo a su vida, Mafalda?
-
Sabe que termino dándole la razón a Susanita. Hemos
sido amigas y contrincantes siempre, de esas personas con la que uno se mide para fijar posición
opuesta. Ella cultivó con esmero su belleza y esperó hasta encontrar un marido
rico. Tuvo dos hijos con él, compró bienes y viajó, compró bienes más grandes. Ahora
se divorció, se recauchutó, se puso lentes y empezó la facultad. Va a
recibirse, ¿entiende? Supongo que me equivoqué de orden, pero ahora ya está.
-
¿Y por qué no se opera?, ¿o va un spagimnasio?, ¿o
a una buena peluquería?
En el
rostro de Mafalda gobernó el desconcierto, pero no atinó a articular palabra.
-
¿Tan rara le parece la sugerencia?, ¿es qué nunca
se lo planteó realmente?, ¿existen alternativas para usted?
La
mujer seguía con los ojos ensimismados, buscando en su interior una respuesta
sensata, ella también había sido ortodoxa en ese punto, siempre dijo que no
sería de esas mujeres, que estaba en
contra de blablablá pero le faltaban
argumentos ahora que el almanaque le cantó los cuarenta.
-
Su silencio habla a los gritos, ¿no le parece?
–dijo el Licenciado que se sentía satisfecho de haber logrado que Mafalda
renovara sus preguntas, aun cuando la interrogante fuera un bumerang que lo
sacudía también a él, de eso se trata su oficio y el Licenciado sabe prestarse
al juego, juego que incluye conseguir cita para él mismo con un esteticista - Es
hora de que ponga a hablar a sus certezas, Mafalda, y decida si vuelve a prestarles
sentido o si en su lugar las cambia por otras. La ortodoxia después de los
cuarenta nos sienta fatal, ¿a usted no le
parece?
Mafalda
y el Licenciado se amalgamaron en una fresca y espontanea carcajada que selló
el comienzo de un análisis que pretende embellecerlos con cierta ortodoxia.
'¿Mafalda cuarentona en análisis? Hum...me parece que el Licenciado no las va a tener todas consigo.Ya ve que viene transitando por consultorios de psicólogos. Para mi Mafalda era inanalizable. Licenciado: va a tener que hacer, con ella, análisis de control, para lo que humildemente me ofrezco, ya que de niña ella fue mi amiga y la conozco muy bien..De todos modos el Licenciado me hizo reir con su sentido del humor.
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