Conversación > hablar uno + hablar otro

por Mayra Nebril

  “Las ideas que había probablemente en mí y que tú activabas, ya no serán. Por eso, si tú te apagas, se apaga también una parte de mí mismo. Y una parte de todos tus amigos conversadores.” Carlos Cerdá

Poner el acento en la conversación no es cosa sencilla. Ese acto producido entre al menos dos, esa suerte de encuentro de dos personas dispuestas a adentrarse en algún tema y desmenuzarlo juntas, da como resultado una serie de frases dichas por uno u otro que se inscriben de alguna manera en ambos. Pero ¿a quién pertenecen? Lo dicho forma parte de un cuerpo discursivo que se construye línea a línea por los participantes, y el producto de dicho acto no se agota en esa serie de palabras pronunciadas en determinado orden, los gestos, las miradas, las asociaciones hechas y dichas, las silenciadas, las risas, las confesiones, y los etcéteras de los conversadores. El hablar de uno + el hablar de otro, da como resultado un plus del que es tan difícil dar cuenta. Un algo que se produce en el entrecruzamiento, algo que está y es tangible, algo que probablemente no será igual para ambos conversadores, algo para lo que las palabras se sienten pequeñas e inmaduras. 

¿Cuál es la riqueza de la conversación? Palabras mías que en la ajenidad que les ofrezco al dejarlas ir y ser escuchadas se enriquecen, palabras del otro que tomo y uso, palabras que me harán pensar, palabras que me enojarán y me pondrán a argumentar, palabras con las que seré y creceré, palabras con las que me identificaré. Lacan le da al otro (además de al Otro) un valor estructurante. El intercambio con los otros es necesario, nutre, enriquece, permite ser y no-ser, amenaza, enoja, enseña, marca, solidariza. Sin el otro sería muy difícil construir el mundo para el sujeto, pero en este punto como bien señala Cerdá en su artículo no es lo mismo encontrarse con un alguien que con otro alguien, la vida cambia en el encuentro que tenemos con determinadas personas y no nos es indiferente lo fortuito de esos cruces de caminos. Hay amigos con los que logramos acercamientos a determinados temas, situaciones o preguntas que no podríamos alcanzar con otros. Hay enemigos que nos sacuden y nos moldean. Hay conversaciones memorables.

Lacan titula uno de sus seminarios De un Otro al otro, balizando el camino a recorrer en un tratamiento. A lo largo del análisis, ese Otro tan existente e insistente en principio, poderoso, compacto, absoluto, irá agujereándose y esa extenuación del Otro permitirá un rencuentro con el otro desde un nuevo lugar. Para el psicoanálisis no es lo mismo el prójimo que el semejante, pero no es en esta cuestión en la que hoy quisiera adentrarme, si no en un planteo que hace Isidoro Vegh en un artículo llamado “Después del fantasma, la pulsión” en el que teoriza acerca de ese otro que es estructurante, necesario y que aparece como la posibilidad. otro que es ese “amigo conversador” de Cerdá. otro con el que el amor nos enlaza por ejemplo a través de buenas conversaciones.

En el camino de un análisis, sobre el final, en esa caída del Otro, aparece el otro como posibilidad. Suerte de encuentro. Posibilidad sin garantías, claro está, ni cuentos de hadas, pero lejos también del discurso neurótico en el que el otro está sólo en el lugar del mal y el ideal es el de independencia.

Dice Isidoro: “Lacan decía que no tenemos que horrorizarnos como Freud ante la máxima cristiana “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No quiere decir “amarás al semejante”, el prójimo no es el semejante, es el otro cuando lo invoco a un cierto lugar….También el prójimo puede ser el mejor lugar para el encuentro con eso que anuncia la máxima cristiana, el “ti mismo”. “Ti mismo” que no es el Yo, más bien se acerca a eso que Freud llamaba “Kern unseres Wesen” que quiere decir “el núcleo de nuestro ser”. Cuando invocamos al prójimo en el buen lugar, el otro elevado a la dignidad de prójimo, nos ayuda a remediar la falla y nos permite reencontrarnos con la falta.”

Teorización que abre una ventana para pensar el camino al otro en el fin de análisis, el otro como sinthome, lazo social en el que sostenerse. No pretendo con este artículo más que mirar también a través de esa ventana y empezar a dialogar con esta interesante y alentadora afirmación.

Para terminar quisiera hacer una linda aclaración. Este trabajo iba a ser tan distinto de lo que es, de hecho estaba escrito con un rumbo muy otro, un recorrido que nos llevaba a pensar en la escritura de casos clínicos, pero de pronto tuve una conversación con mi amiga Paola. Ella había leído el trabajo (el que ya no será) y quería conversar. Fue una conversación telefónica, Hola ¿cómo estás? ¿en qué andás? Quería comentar tu artículo. Dale. Y le dimos. Le dimos cuerda a la conversación, y entonces surgieron preguntas en medio de un pensamiento a dúo, y reclamo de argumentos para respuestas que no eran sencillas, y fastidio y pereza porque ya era evidente que aquel trabajo sería este, y que tenía otra vez que ponerme a trabajar. Cuánto me alegra y cuánto disfruto de la interlocución con mis amigos conversadores. Con esos otros que hacen manar una catarata de asociaciones, y me impulsan a rencontrarme con viejas lecturas, con viejas interrogantes, con nuevas ideas y renovadas ganas.  Suerte es sin duda contar entre los amigos, algunos que gusten de la buena conversación.

4 comentarios:

  1. ¡Pensar que estamos en la era donde nadie escucha a nadie!

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  2. Gracias, Ad! Por tomarte el tiempo para leer y conversar con el artículo.Por formar parte de los que hacemos la excepción a tal regla. Mayra

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  3. Que placer es cuando una encuentra con quien conversar con total libertad como cuando se conversa con una misma....

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  4. Gracias por tu lectura, Mariella.
    Mejor que con una misma, no? Mejor y más divertido! Por suerte hay otros con los que construir puentes de conversación que conectan esas singularidades en juego. Mayra

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