Por Mayra Nebril
En
realidad, a la ida, me perdí en meditaciones abstractas, viendo sin ver los
paisajes acuáticos que me alegraba ir a ver, y a la vuelta me perdí en la
fijación de estas sensaciones. No sería capaz de describir el más pequeño
pormenor del viaje, el más pequeño fragmento de cosa visible. – pág 29- Libro del desasosiego, Fernando Pessoa.
En la librería en la que encontré mi Libro, el vendedor muy seguro me dijo que había uno disponible, le
respondí que en varios comercios tenían la sensación de que aún les quedaba
algún ejemplar y después no aparecía.
-Lo sé porque acá lo leemos
a diario. Abrimos en una página cualquiera y leemos ese fragmento.-Efectivamente lo trajo y lo compré.
¿Leer a Pessoa como se lee el horóscopo? ¡Qué idea arriesgada
tratándose del Libro del desasosiego! –pensé.
Pero a la vez al sumergirme en la
biografía sin acontecimientos, sin nexo, ni deseo de nexo, esa historia sin
vida -parafraseando a Soares- supe que era una tentación no seguir la
secuencia, no hay una trama, no hay antes, durante y después, entonces podía
ser una buena idea pedirle a Pessoa que cual oráculo nos ofreciera un tema del
que ocuparnos al menos por un rato….
Lo primero que se subrayó para mí al zambullirme en su ambiente, en
su forma, fue que iba leyendo palabras, conceptos, abstracciones, meditaciones
certeras, algunas brillantes, ideas soberbias, incluso de esas que parecen
inaugurar un nuevo sendero en el pensamiento, pero no veía a través de sus ojos,
los párrafos no arrojaban imágenes, ni olores, ni me paseaban por ningún lugar,
o muy pocas veces-para no exagerar.
Eso me llevó a reflexionar sobre la relación de la literatura con las
imágenes, y a buscar una cita que recordaba haber marcado en el libro Conversaciones con Mario Levrero, texto
en el que hablan con Pablo Silva Olazábal y un contundente Levrero responde:
“La literatura propiamente dicha es imagen. No quiero decir que haya que evitar
cavilaciones y filosofías y etcétera, pero eso no es lo esencial de la
literatura. Una novela, o cualquier texto, puede conciliar varios usos de la
palabra. Pero si vamos a la esencia, aquello que encanta y engancha al lector y
lo mantiene leyendo, es el argumento contado a través de imágenes.” Y en la
página siguiente agrega, “Si agarrás a los grandes, por ejemplo a Felisberto,
recordarás sin duda cuando le levantaba las polleras a los muebles, o a la
vieja que tomaba mate metiendo la bombilla por un agujero de tul. Son imágenes.”
He visto a la señorita que escupe conejos en París, y me ha picado la garganta
después, he observado partir al Quijote y a Sanchocon una ilusión nostálgica, he padecido el encierro
agobiante de Gregorio Samsa, su desconcierto, y también viví la incomodidad, el odio, el rencor del
protagonista de Memorias del subsuelo en un crudísimo invierno que nos calaba los huesos, sí, la literatura regala vívidas
imágenes, ¿recuerdos?
Pero, ¿son necesarias las imágenes?, prescindir de ellas ¿nos
mantiene dentro de la literatura?
Borges- en la Escuela Freudiana de Buenos Aires conversó acerca de Los sueños y la poesía– señaló algo que me resultó muy interesante y
que recordé a propósito de esta cuestión de las imágenes y la literatura, algo
que deja puentes tendidos para comprender, quizás, otra forma de modelar la
materia para hacer aparecer lo visible y lo enunciable:
“Ahora, el caso de Platón es
muy curioso, porque, por ejemplo uno lee ese último diálogo de Sócrates, que ha
sido condenado a muerte, cuando él está hablando de la inmortalidad del alma, y
él usa simultáneamente mitos y argumentos, es decir que él no se da cuenta, él
podía vivir en ambos ambientes… pero en Platón todavía podían convivir las dos
cosas, me parece, y después ya no, ya se ha bifurcado el pensamiento, ya o
razonamos o fabulamos, es muy difícil que hagamos las dos cosas a un tiempo, y
sin duda los griegos en aquel momento fueron capaces de ambas actividades, y
ahora si somos capaces de pensamiento abstracto no somos muy capaces de sueños,
o viceversa, y cuando el poeta razona se siente que está haciendo algo indebido,
y cuando un pensador usa parábolas o metáforas, también sentimos que está
haciendo algo vedado..”
Pensar o sentir, escribir ensayos o escribir literatura, pensar en
imágenes o razonar, soñar o disertar, crear metáforas o seguir un método, ¿y
Pessoa dónde queda?
Sé que hay libros que son ventanales abiertos a mundos muy visibles,
vivibles, otros- quizás- tienen las aberturas tapiadas para que vayamos hacia
un interior oscuro, con la luz apagada-el desasosiego queda probablemente en
algún sitio en la penumbra- un espacio en el que me siento tentada de encender la
luz, pero temo encontrarlo a Soares en paños menores, o peor aun sonriendo y muy
contento.
Quisiera en este diario de lectura que comienzo, lograr algo pequeño
pero no por eso poco ambicioso, reflejar lo que voy pensando, sintiendo,
asociando a partir de lo que me propone el Libro,
Soares y Pessoa.
Hasta pronto.