por Mayra Nebril
"La originalidad consiste en volver al origen. De modo
que es original aquel que, con sus medios, vuelve a la simplicidad de las
primeras soluciones." Antonio Gaudí
Cuando decidimos trabajar el tema estilo en el blog, varias
ideas pidieron permiso. Veré cómo hago para darles paso sin que se atropellen
ni amontonen.
Empecemos con Roland Barthes en su inspirador libro El
susurro del lenguaje, donde nos dice que el estilo es la forma y el lugar en el
que el mensaje coge al código por sorpresa; pero escribe también, lo cual llamó
mi atención y me acercó ciertas interrogantes, que el estilo son
transformaciones bien derivadas de fórmulas colectivas, entonces se pueden
detectar buscando modelos, patterns, clichés sintagmáticos, comienzos y cierres
de frases, modelos que son depósitos de cultura, repeticiones, estereotipos.
Por lo tanto, y aunque tal vez sea una obviedad, en el
estilo hay repetición. El estilo podría pensarse como la repetición de eso único.
Algo del orden de la forma que viste al objeto en cuestión (escritura, pintura,
manera de jugar al fútbol, forma de psicoanalizar), se repetiría y así se
consolidaría el estilo. Y eso único por paradojal que resulte es un sedimento
de clichés que podrían permitirnos justamente adivinar, predecir y copiar un estilo.
Pasa muchas veces que un escritor, y también otros artistas, una vez que
encuentran su estilo comienzan a copiarse a sí mismos, uno los conoce y ya los
presiente en su devenir. E incluso eso a veces aburre.
Entonces, ¿el estilo sería la originalidad que se repite?,
¿una copia original de su sí mismo? Se repite y así ancla su subjetividad y se
diferencia del resto. Pero, ¿tiene el estilo un valor en sí mismo? La cultura
moldea el concepto y mi recorte es el occidental, donde el cliché es que mejor
será siempre lo único e irrepetible. Pero, ¿por qué?
Tengo en la memoria un relato que hizo Mario Delgado en un
taller al que yo asistía. Resulta que había un sujeto que se dedicaba a
escribir al modo de tal o cual escritor y que lo hacía con tal nivel de excelencia
que engañaba, acerca de la autoría de los textos, a críticos literarios. Sucede
también con la pintura: los plagios requieren de especialistas para otorgar o
denegar certificaciones. A veces las copias son más auténticas que el mismo
original. Algo de la captación de la esencia tiene tanta fuerza que parece
robarle al origen una porción de originalidad. Pero, ¿cómo lo hacen?
¿Cómo saben cómo escribiría Cortázar un tratado sobre
avestruces que nunca redactó, o cómo pintaría Dalí una calculadora científica
que no estaba siquiera en su pensamiento?
Si el escritor tiene un estilo, hay un mundo que funciona de
determinada manera y el lector habita ese mundo en presencia e incluso en
ausencia del escritor. Por lo tanto, entrar en ese mundo es aprender a atenerse
a su lógica. Y una vez que se captan esas reglas se pueden hacer extensivas a
otros temas.
A su vez, en estos sedimentos de lenguaje que condensan el
estilo, ¿estaría la esencia del sujeto? Tal vez, sí. De eso estamos hablando. Pero
ahora nos metemos en otro lío, ¿qué es la esencia? ¿La marca propia?
El trazo primero del que justamente por ese motivo no se
puede dar cuenta, el que instaura al sujeto, lo que en psicoanálisis llamamos
el trazo unario. Aquel que, estando por fuera de, permite que la cadena
significante surja, se enganche y corra subjetivamente; el trazo que busca la
repetición significante cada vez. Repetición nueva, sí, resignificación en el aprescoup,
repetición original en el mejor de los casos.
Se intenta repetir eso que escapa, la represión original, lo
que marcó al sujeto del Otro, lo que está por fuera del sujeto pero lo
constituye. El origen que se re-creará con originalidad, eso que de nuevo
remitirá a lo primero, eso que en su vuelta atrás consolidará un estilo,
anclará en la implicancia posible esa esencia ajena que nos conforma y afecta.
Porque esa traza, esa marca, esa letra afectará a la cosa nombrada, al sujeto
en cuestión. Esa nominación, nombre propio, estilo, autoría, firma, sello,
originalmente permitirá que, aun sin su nombre en el texto lo reconozcamos y
nos diga de su origen.
“La nominación de la cual se trata parte de la marca, de la
traza de algo que entra en las cosas y las modifica en la partida de su
estatuto mismo de cosas.” R.S.I - Lacan
Pensás de igual modo el trazo unario con respecto al análisis que a la literatura? ...Qué interesante valoración! Gracias, Mayra, no se me había ocurrido esa idea! Igual, me gustaría escucharte hablar un poco más sobre el trazo unario. Saludos! Juan
ResponderEliminarGracias, Juan, por la lectura y el comentario. Ando buceando alrededor de esa idea, que se formuló como pregunta, y que va dejando huella pero que aún está verde y dubitativa. La marca primera para el escritor ¿será homologable a la constitutiva para el sujeto? Pero la del escritor viene después, ¿siempre?, supongo que sí, y entonces ¿remitirá a su vez al trazo unario? Sigo pensando...
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