por Inés y Guada
Había una vez un edificio que dejaba tener mascotas y que
por eso mucha gente quería vivir ahí.
En el 203 vivía Natalia que tenía una
perra blanca con manchitas marrones, su nombre era Inés. A las dos les
encantaba usar moñas- tenían de diferentes colores, a lunares, rayadas, ¿vieron
que hay mucha gente que dice que las mascotas se parecen a sus amos?, así eran
Natalia e Inés. También vivía con ellas una lora que se llamaba M, no le habían
encontrado un nombre mejor, le decían señora M, porque era la más seria de las
tres. Era verde cotorra con un rabo multicolor, a M le ponían moñas y lazos que
hacían juego con los colores del rabo, a veces refunfuñaba pero al final se las
quedaba, no tenía manos para quitárselas y además muchas veces le mejoraban el humor.
Resulta que una tarde se mudó al apartamento de enfrente
Daniel. Tenía una gata que se llamaba Lupita, era pequeña, tierna y bonita,
pero también era muy traviesa. Una noche Lupita tenía hambre y ya no le quedaban
pastillas en su plato, saltó a la terraza de la vecina y ahí se encontró con
Inés. Desde el otro lado del vidrio la perra le ladraba enojadísima, ¡Lupita estaba
paseándose frente a su ventana y le comía su comida! ¡Qué gata tan atrevida!
La
señora M gritó Cállate, Inés, sssshhhh, cállate
de una vez.
Natalia ya se había despertado. Cuando vio a la gatita salió
a la terraza y la aupó. ¡Era tan dulce! Maullaba. Daniel salió también a ver
qué era el alboroto que escuchaba. Se miraron y quedaron enamorados, pero todavía no
creyeron que fuera de verdad.
Inés empezó a jugar con Lupita. Natalia y Daniel
tenían motivos para encontrarse, sus mascotas eran amigas, la señora M estaba
incluso de mejor humor, al final se hicieron novios, era obvio que iba a pasar. Todos siguen viviendo juntos en ese edificio tan lindo de la ciudad.
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