Niños escritores- 20 días

por Francesca Porciuncúla

Pía iba agachada pegándose a las paredes y rodando por el suelo de su casa.
–¿Qué hacés? ¿jugás a los espías?–, le preguntó su madre mirando al suelo y viendo cómo su hija estaba panza arriba con las piernas dobladas sobre el pecho y sus manos al costado de su cara.
Pía asintió con la cabeza.
–Bueno, ¡parate que te vas a llenar de pelos de perro!
Paula se fue y Pía suspiró.
–¡Ufff! No vio el sobre…
Se levantó la remera y sacó un sobre azul.
Lo abrió y tomó el papel con letras de revistas pegadas formando palabras, se sentó y leyó...
Estoy cansada de esto, me estás ahogando, todo te enoja y nada te sirve, querés que haga esto y lo otro… ¡Y bue! Te voy a dar 20 días y si no cambiás esto, me voy a vivir con papá.

Una lágrima le recorrió la cara, hacía un año que sus padres se habían separado.
Pía pensó en su papá, ¡lo extrañaba tanto! lo veía a veces cuando él no trabajaba.

Entró al cuarto de su madre, miró esa cama tan grande, recordó esa vez que sus padres le hacían cosquillas y ellas se retorcía, reía.
–Pía, ¿qué te pasa?–, le preguntó Daniela abrazándola.
–Nada– Pía se secó las lágrimas.
–Bueno... Me tengo que ir pero hablamos después.
Pía dejó el sobre encima de la cama de su madre, recostado entre las almohadas y se fue rápido a su cuarto y se puso a escribir en su diario...
Viernes 13/8/16
Hoy hice lo que me propuse, le dejé la carta a mi madre, no sé si lo va a tomar en serio, ¡pero bue!... Yo que sé… Espero que sí se lo tome en serio… No le escribí cuál de sus hijas era pero tampoco voy a actuar raro.

–A comeeerrrrr!!!!!!!!!
Las dos hermanas y su madre comieron y se fueron a dormir.
Paula se quedó un rato en la cocina lavando y preparando el desayuno para el día siguiente, un rato después se fue a dormir. Una vez en su cuarto vio el sobre, lo abrió, tomó la carta y la leyó muy atenta.
–Pía, Dani, ¡vengan yaaaaa!!!!– Daniela fue muy rápido.
–¡¿y Pía??!!!
–Ni la más pálida idea...
Paula estaba a punto de gritar pero se acordó de las palabras «20 días o me voy».
Paula se relajó.
–¿Querés venir a dormir aquí?
–No ma, quiero dormir en mi cama con mis cosas.
–Bueno, ¡pero dame un beso!– Paula agarró a su hija y le dio un beso.
–Llamá a Pía.
Daniela fue al cuarto de su hermana y tocó la puerta.
–Pía, te llama ma.
Nadie respondió. Daniela pensó unos segundos en abrir la puerta del cuarto de su hermanita, entró al cuarto y Pía ya estaba dormida, le quitó su diario y la tapó, le dio un beso y se fue.
–Ma, Pí se durmió...

Al día siguiente...
Paula despertó a Daniela y fueron a desayunar. Como todos los días Pía se levantaba temprano, y mientras se estaba bañando pensaba en su padre que estaba de viaje y ¡lo extrañaba tanto!, pero recordaba el día en que sus padres se habían separado. Todo había pasado muy rápido.
Cuando las chicas fueron a la escuela, Paula entró al cuarto de Dani en busca de pistas para ver si ella le había escrito la carta.
–¿Qué estoy buscando???–, se preguntó y recordó aquella vez que le había regalado a sus hijas un diario íntimo. Levantó el colchón, revisó el ropero, el escritorio... ¡Y nada! Pero recordó dónde ella escondía el suyo cuando era chiquita.
–¡Ya sé! Está arriba del ropero.
Se subió a una silla y ahí estaban el diario y la llave frente a ella. Lo abrió y leyó pero no decía nada de la carta.
–¿Fue Pía??? ¡Naaa!! ¿Pero capaz?? Bueno... Me voy a fijar...
Entró al cuarto de Pía, revisó sobre el ropero pero nada, debajo de la cama, del colchón, de la almohada, en el escritorio y ¡nada! finalmente buscó detrás del marco de la foto que colgaba en la pared, en la foto estaba Pía y su papá en un parque sobre unas hamacas.
¡Ay!, ¡estaba el diario pero no la llave!
–¡Claro! ¡Pía usa la llave de collar!
Paula forcejeó la cerradura y abrió el diario. En ese momento entro Pía.
–¿Qué hacés??
–¿Yo? ¡Nada!
–Sobre todo porque tenés mi diario en la mano!
–Pero yo…
–Nada! ¡Me voy con papá!, que ya llegó del viaje.
–No Pí, entendé...
Días después...

–Pí, vamos a hablar...
–Bueno.
–Quiero hablar de tu mamá.
Luego de tres horas de hablar Pía se dio cuenta de que, aunque dijera que no, que siempre tuvo que estar abajo para que ella esté arriba, que la odiaba y todo eso, la quería, y aunque no lo aceptara la necesitaba, y así fue que Pía volvió a vivir con su madre y su hermana y visitaba a su papá casi todos las días.

FIN




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