Por Mayra Nebril
de nada lo es de estúpidos.
Gabriela Mistral
¿Qué lugar ocupa el humor en la cura psicoanalítica? ¿Qué lugar ocupa la risa? ¿Es el humor un punto de llegada o de partida en un tratamiento? Si un análisis será a las risas o a moco tendido ¿depende del humor del analizante, o del analista?
Habitualmente se asocia el espacio del consultorio de un psicoanalista con el llanto, de hecho pocas son las habitaciones que osan llamarse así, sin tener a mano una buena caja de pañuelos. Un lugar en el que se habla de tragedias personales, de miserias humanas, del desamor, la culpa y la tristeza, ¿qué tendría que hacer ahí la risa?, ¿será ella el paraíso que nos espera al otro lado del río de lágrimas?
Si la angustia es el motor de todo tratamiento -Freud dixit–, podríamos pensar a la tragedia como el punto de partida, y a los analistas como gente seria, culta, advertida, profesionales entrenados que miran sin parpadear el drama y saben hacer con él.
Desde los griegos, asociamos a la tragedia con la verdad, con el logro de una catarsis por identificación, compasión, y lágrimas -Platón y Aristóteles dixit-; mientras que la comedia es considerada el género donde la carcajada explosiva y el distanciamiento que la risa permite nos alejan del encuentro con la verdad. Por lo tanto, concluyendo a la ligera, podríamos afirmar que las sesiones que tenemos con un analizante a las risas son menos profundas y más vulgares que las de estricta congoja y copioso llanto. Pero, ¿qué profundidad tiene el llanto?, ¿y cuál es la superficialidad de la risa -por otra parte ¿a qué profundidad se ejerce nuestro oficio?-, ¿es que el llanto toca más hondo que la risa?
En el llanto podríamos pensar que el sujeto está sumergido en la emoción, está tomado por ella, mientras que la risa permite una distancia del objeto en cuestión, un alejamiento operativo y productivo en muchos casos, también es cierto que en algunas oportunidades la distancia puede estar al servicio de la negación, o ser maníaca; al igual que el llanto, que en ocasiones puede ser vacío. Pero, hoy estoy escribiendo acerca de la risa como oportunidad de dar opinión, de fijar una posición subjetiva y ser un buen instrumento para conocer el mundo y sus circunstancias.
Puedo entonces preguntarme si el oficio de psicoanalista versa sobre brindar nuestra presencia y nuestra sapiencia, más un poco –o no tan poco, depende- de tiempo, y hacer, del drama, una comedia. ¡Como decía Woody Allen: tragedia+tiempo=comedia! ¿Pretendemos llegar a la comedia? ¿Es el llanto el punto de partida y la risa el de llegada?
Algunas veces la risa, al igual que la cura, vienen por añadidura; no las buscamos, pero sabemos que aparecerán. Entonces arribo a la pregunta, ¿el humor se hace en un tratamiento? El humor es una construcción, pero no necesariamente del análisis. ¿Y cómo se hace el humor? En la relación con el otro. Dice Koestler que la risa es un acto reflejo, de hecho los bebés sonríen el primer día de nacidos, antes de haber visto a alguien sonreír, pero no es lo mismo sonreír que carcajearse, ni que desarrollar un estilo peculiar de sentido de comicidad. Una carcajada, como decía Paola, involucra al otro.
Hay tratamientos en los que casi no se llora y otros en los que casi no se ríe. La risa y las lágrimas son recursos con los que no todos los analizantes cuentan, son elementos que no están disponibles del mismo modo para cada quien.
Siempre me he preguntado si hay consultorios más reideros o más lacrimógenos que otros, o sea, ¿qué tanto cuenta el sentido del humor del analista? Y la pregunta me parece apropiada si pensamos que para la risa, generalmente, se precisan dos, mientras que para el llanto o el enojo, alcanza con uno solo. Incluso al chiste, a la creación cómica, a la ironía, a la comicidad, al humor negro, los podemos pensar como el tercero al cual deben subirse ambos participantes de la risa para que haya efecto cómico. Podemos pensar las construcciones del humor como construcciones que se crean de a dos, y generan el espacio tercero, puentes que dependen en gran medida de la manera en que ambos sujetos están enlazados a determinados contextos, a determinados aprioris que ciernen la relación y al humor como posibilidad o no, para cada uno de ellos.
Continuará…
que bueno Mayra, espero la siguiente parte, me encanto eso de que "para la risa se precisan dos en cambio para el llanto o el enojo alcanza con uno solo"Mónica
ResponderEliminar¡Veo que estás haciendo los deberes, y cuánto me alegra! Está muy bueno lo que recortás, la necesidad de ser dos para la risa. De hecho leí que hay un estudio realizado que compara la risa en sociedad y la risa en soledad dando como resultado 30 a 1. ¡Si lo sabremos nosotras, la de carcajadas que tenemos andadas! Mayra
ResponderEliminarEspero que en la continuación desarrolles el planteo del humor como tercero y del analista con su sentido del humor dentro de la sesión. Un tema complejo, lo voy a pensar un poco. Gerardo
ResponderEliminarGerardo, ya está subida la segunda parte del artículo. No son esos-los que tu señalas-los temas que más trabajo en la continuación, más bien pongo el foco en la risa como posibilidad de encuentro, como lujo al que el analista cede. Me gustaría saber qué has pensado tú sobre estos temas, ¿qué lugar le otorgás al sentido del humor del analista? Espero nuevos comentarios. Gracias por tu lectura, Mayra
ResponderEliminarMayra: como siempre un placer leer lo que escribís. Yo pienso que el humor dentro y fuera de la sesión es fundamental.
ResponderEliminarMariana
Gracias por la lectura, Mariana! El humor-parafraseando a mi amiga Eli-es funda-mental. Mayra
EliminarLo que me quedo pensando es que también la risa es acercamiento, no sólo distancia. De hecho, dice Freud (como ponés vos) que está más cerca del inconciente, de lo no controlado. El llanto (y también la risa) pueden ser además estrategias más o menos comunicativas, más o menos concientes, más o menos falsas y manipuladoras. Pero "lo auténtico" de la emoción sentida entre dos y captada por ese otro que nos presta su presencia, sea que se manifieste en una buena carcajada o en una congoja...es balsámico. No? Raquel
ResponderEliminarLo auténtico que vos decís, puede tocarse con la cuestión de la verdad, y pienso que a veces en la carcajada, o en el chiste construido en sesión producto del recorrido conjunto hay algo que la roza. Coincido en que esos momentos son balsámicos! Gracias Raque! Mayra
EliminarMayra querida, me encantó lo que escribiste! Desde el título, parafraseando a W.Allen, hasta los planteos del humor de a dos, a diferencia del llanto o, como también plantea Raquel, del momento de la risa o del chiste como efecto de una verdad inconsciente. Personalmente creo que el humor además permite, tanto a analista como a paciente, poner en palabras cosas que, de otro modo, serían muy difícil de nombrar. También que, más allá de cuestionamientos a posibles atrapamientos imaginarios, posibilita un momento de encuentro muy especial -¿de icc a icc?- que muchas veces tiene un efecto simbólico, de descentramiento, de desesmascaramiento fugaz, de rasgadura en las vestiduras del Yo. El humor permite romper con el dramatismo de nuestras historias terribles, nos hace no tomarnos tan en serio, airea el claustro de nuestros narcisismos solemnes.
ResponderEliminarBueno, me voy a leer la segunda parte, gracias Mayra por hacernos pensar y escribir cosas que entusiasman a hacerlo! Natalia
Me gustó la pregunta que dejás planteada, si hay en ese encuentro posible del humor o la carcajada que se da entre analista y analizante, un encuentro de inconsciente a inconsciente. La fórmula de icc a icc tiene la fuerza de todo enigma. Voy a dejar a la preguntar leudando. Gracias, Naty, por la lectura, qué alegría que nos visites en el blog. Mayra
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