Mayra Nebril
Los dos mejores libros
que he leído en el año, me llegaron
juntos de pura casualidad. El orden en el que uno lee lo que lee es una
cuestión que abriga cierta magia, ya que en sí mismo encierra una posibilidad
de lectura, que con otra serie cambiaría, y sería otra la poción.
La nieta del señor Linh y El reflejo de las
palabras son los textos con los que me encontré, - que además de
emocionarme, enternecerme- me pusieron a sentir y volver a pensar acerca del
valor de las palabras, de su peso, de su consistencia e insistencia, de lo que
nos ofrecen, y de lo que sin lugar a dudas, nos quitan.
Siguiendo a Philippe
Claudel - luego de descubrirlo en Almas grises-, fui a la librería a
buscar otro de sus libros, La nieta del señor Linh, objeto que compré
temerosa al saber que recaían sobre él
tantas expectativas. Pero volví del comercio con dos novelas dentro de la bolsa
de papel, el colado, por suerte y recomendación de la persona que me
atendió, fue El reflejo de las palabras de Kader Abdolah, libro con el
que me tenté-cosa que en las librerías me sucede con frecuencia-pero aquella
vez el anzuelo fue la alegre descripción de la mujer, que con una inmensa
sonrisa dijo, es "un bocadito delicioso", y luego de saborearlo puedo
afirmar que no se equivocó.
Empecé por La nieta del señor Lihn, un
libro finito, de 126 páginas, lo aclaro porque las novelas cortas siempre me
provocan un cierto desasosiego antes de empezarlas, no sé si es una sensación
frecuente en otros lectores, ya que a decir verdad nunca antes se lo pregunté a
nadie, pero me sucede así. Claudel
comienza escribiendo:
"Un anciano en la
popa de un barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y una criatura,
todavía más ligera. El anciano se llama Linh. Es el único que lo sabe, porque
el resto de las personas que lo sabían están muertas."
Y en un solo párrafo mi desasosiego comienza a crecer, a
encontrar la medida del señor Linh, ese viejo querible- a cargo de una bebé, su
nieta-exiliado en un país al que no entiende,
al que no quiere y en el que la soledad es una asepsia de quirófano;
hasta que aparece el señor Bark, y con él la posibilidad de la ilusión, del
sentido, del orden, del relato-mutuo, de la memoria, en definitiva la magia de
la amistad, ¡bendita sea! La comprensión de ambos personajes no se establece
por hablar el mismo idioma, se entienden, profundamente, se quieren, pero sin
saber lo que dicen. La manera de llevar la historia sin la lengua como soporte
de los diálogos, es genial.
El reflejo de las
palabras es el libro que leí a continuación, novela con la que me emocioné
muchísimo, con esa alegría que me habita cuando algún escritor pone tan
maravillosamente en palabras una historia que hace sonar en mí la campana de lo
verdadero. Descubrí al autor, Kader Abdolah (Irán, 1954), y con su escritura la
puerta de entrada a un lugar que ya no queda tan lejos, ni me es tan ajeno.
A través de una relación
memorable entre un padre sordo-mudo y un hijo oyente-traductor-escritor, se
escuchan historias del lejano oriente, relatos que saben del reflejo de las
palabras, de sus luces y sombras, y en los que los espejos renuevan las voces
de siempre para convertirlas en una historia de amor entre un padre y un hijo.
Lo mismo, lo importante,
otra vez nace en las páginas de ambas novelas.
Dos libros recomendables,
sin más palabras.
No conozco a K. Abdolah. Me gustaría leerlo. Si lo hago, prometo comentario. Por mi parte me regalaron "Y las montañas hablaron" de Khaled Hosseini (ed. salamandra). Cito un comentario con el que acuerdo: "Una novela vibrante y conmovedora (...). Hosseini sondea los traumas y las cicatrices que producen la guerra,el crimen, el engaño y la enfermedad en las vidas intensas, desgarradoras y fuertemente interconectadas de sus vívidos personajes, y logra crear un gran árbol de la vida que lo abarca todo" Edgar
ResponderEliminarNo me gusto " Y las Montañas Hablaron", pero me llevo a volver a leer Mil soles esplendidos, ando con Alice Munro, nuevamente muy buena escriturora aunque los temas que trata no sé pero no me han llegado ; ahora probaré con " DemasiadaFelicidad"...
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