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Hicimos una selección de citas del libro La educación del
estoico, El único manuscrito del Barón de Teive, - heterónimo de Pessoa que no goza de tanta fama como Ricardo Reis, Alberto Caeiro, o Álvaro Campos, y que nos interesa especialmente por cómo Pessoa lo alinea con el desasosegado Bernardo Soares.
Escribe Pessoa en el libro Ficciones del interludio:
El ayudante de tenedor de libros Bernardo Soares y el Barón de Teive- son ambos figuras míamente ajenas- escriben con la misma sustancia de estilo, la misma gramática, y el mismo tipo y forma de propiedad: y es que escriben con un estilo que, sea bueno o malo, es el mío. Los comparo porque son casos de un mismo fenómeno, la inadaptación a la realidad de la vida y, lo que es más, la inadaptación por los mismos motivos y razones. Pero así como el portugués es el mismo en el Barón de Teive y en Bernardo Soares, el estilo difiere en que el del hidalgo es intelectual, está despojado de imágenes, es un poco, ¿cómo diría?, áspero y limitado, y el del burgués es fluido, participa de la música y la pintura, es poco arquitectónico. El hidalgo piensa claro, escribe claro, y domina sus emociones, aunque no sus sentimientos; el tenedor de libros no domina ni emociones ni sentimientos, y cuando piensa lo hace en segundo término.
La educación del estoico es un libro en el que se descubre a un Barón de Teive que escribe frases que encierran una lucidez cortante, frases que sobreviven la vorágine del día entero y
aún en la noche palpitan con vigor.
Tengo todas las condiciones para ser feliz, salvo la
felicidad. Las condiciones están desligadas unas de otras. Pág 20
Al final, mi falta de impulso ha sido siempre el origen de
todos estos males: el no saber querer antes de pensar, el no saber entregarme,
el no saber decidir del único modo en que se decide- con la decisión, y no con
el conocimiento-Pág 27
El escrúpulo es la muerte de la acción. Pensar en la
sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción, por pequeña que
sea- y cuanto más importante, más cierto es esto-, que no hiera a otra alma,
que no ofenda a nadie, que no contenga elementos de lo que, si tenemos corazón,
no nos tengamos que arrepentir. Pág 32
No me quejo de los que me rodean o me rodearon. Nunca nadie
me ha tratado mal de ningún modo, en ningún sentido. Todos me han tratado bien,
pero con distancia. Luego comprendí que la distancia estaba en mí. Por eso
puedo decir, sin ilusión, que siempre fui respetado. Amado, o querido, nunca lo
fui. Hoy reconozco que no podría serlo. Tenía buenas cualidades, tenía
emociones fuertes, tenía#, pero no tenía lo que se llama amor. Pág 34
Pero la deficiencia nunca estuvo en mi inteligencia, que
siempre ha sido capaz de grandes síntesis y de poderosas sistematizaciones. Mi
mal estaba en la tibieza de mi voluntad ante el esfuerzo pavoroso que
implicaban esas enterezas. Tal vez, con este criterio, ninguna obra se habría
escrito nunca en el mundo. Lo reconozco; reconozco que, si todas las grandes
mentes tuvieran la grandeza escrupulosa de querer escribir sólo algo perfecto
o, sin sostener ya una tesis imposible, algo enteramente conforme con el total
de su individualidad, habrían renunciado como yo renuncio. Sólo participa de la
vida real del mundo quien tiene más voluntad que inteligencia, o más
impulsividad que razón. Pág 40/41
He alcanzado, creo, la plenitud en el empleo de la razón. Y
por eso voy a matarme. Pág 46
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