Mesa de luz es una sección entrañable para las tres integrantes de Langue Lengue; una sección que con entusiasmo escribimos mensualmente, queriendo compartir las lecturas que vamos haciendo; una sección en la que esperamos nos cuenten ustedes, también, los libros que los esperan junto a la cama en sus mesas de luz, cada noche.
Mesa de luz de Mayra
He
estado leyendo y abandonando unos cuantos libros en los últimos meses. Siempre
me pregunto si se trata de una cuestión de disponibilidades puntuales o si con
ese sólo intento podemos sentenciar que tal o cual autor no nos gusta. Lo
cierto es que en mi caso pocas son las veces que reincido si no logré que la
lectura me obligara en ese primer round de seducción. ¡Qué vamos a hacerle! La
lista de libros deseados tiene un gran acumulado y entonces lo usual es que
avance al siguiente casillero.
Aun
tibio en la mesa de luz está Las arañas
de marte de Gustavo Espinosa, uno de esos ejemplares que te agarran
desprevenida -llegó a mis manos por ser socia de Banda Oriental-, me gustaron
los colores de la tapa, ojeé alguna frase de la introducción, y me intrigó el
compartir con el autor el gusto por Cortázar. Me llevó de principio a fin sin
darme siquiera la oportunidad de preguntarme si quería o no terminar el libro.
Quisiera leer algo más de este escritor uruguayo, en cuyas páginas encontré una
preciosa manera de narrar y un pasado que me permitió crear memoria.
Otro
texto que me tiene entre sus manos es No
leer, del chileno Alejandro Zambra: una sucesión de pequeños artículos despliegan
opiniones muy interesantes acerca de la lectura de diferentes autores –entre
otros Mario Levrero, Macedonio Fernández, José Donoso–, ensayos que cuestionan
las maneras de escribir, las de leer y las de criticar en América Latina. Un
precioso ejemplar que voy leyendo en cuotas cada sábado que puedo pasar un rato
por la biblioteca del Centro Cultural de España. Pocos lugares, para mi gusto, son
más propicios para estar leyendo, pensando, y deleitándose en la cafetería
con un capuchino y torta de ricota con pasas de uva.
En
la mesa del consultorio, entre el reloj y la lámpara, se apilan libros de
psicoanálisis. Descansa recién terminado Sinthome,
incidencias de escritura, de la Colección Convergencia. Una serie de ponencias
enlazadas en torno al Seminario 23 Le
sinthome, de J. Lacan. Novedosas lecturas de colegas argentinos que
habilitan interrogantes clínicas alrededor de los movimientos posibles en y con
el nudo borromeo. Espera su turno el seminario 21 de J. Lacan, Los no incautos yerran, texto en el que
algunas puntualizaciones teóricas que vengo siguiendo supongo se aclararán, si
encuentro el coraje de seguirlo a la letra.
Los
amores, por supuesto que están a mano. Los libros de Levrero los abro seguido como
quien consulta al horóscopo; Carta a una
señorita en París, Axolotl y Casa
tomada los leí en voz alta para alguien que tenía curiosidad de Cortázar;
he picoteado también los seminarios de Lacan, según se alboroten las ideas a lo
largo del día en el consultorio.
Mesa de luz de Paola
De
que la Asociación Psicoanalítica de Viena le obsequió como regalo de bodas a
Mathilde, la primogénita de Freud, un cuadro con un retrato de Freud sin barba
–que databa del verano de 1908 cuando Freud se había afeitado totalmente-, me enteré por el libro Sigmund Freud - Cartas a sus hijos, de Editorial Paidós. Que ese haya
sido el regalo de bodas muestra una falta de tacto, buen gusto y sentido común
por parte de la Asociación que convierte el gesto en un chiste, pero lo mejor de
la anécdota radica en que Mathilde no reconoció a su padre en el retrato y
decidió cambiarlo por un juego de copas y cubiertos de plata que le resultaban,
sin duda, más prácticos y apropiados para su nueva casa.
Este
es uno de los libros que se encuentran en mi mesa de luz desde hace algunos
meses. Confieso que, si bien la extensa correspondencia entre Freud y sus hijos
permite seguir explorando aspectos interesantísimos –al menos para mí– de la
personalidad de Freud y también del contexto tanto familiar como histórico en
el que la teoría psicoanalítica fluía a través de su pluma, por momentos se me
vuelve inevitable la pregunta: ¿leería algunas de estas epístolas si no
provinieran de la pluma de Freud?... De todos modos, prosigo lentamente con la
lectura y dejo que esa pregunta se deslice sobre las páginas con la esperanza
de poder contestarla al final de la lectura.
Virginia Woolf - La vida
por escrito, de Irene
Chikiar Bauer, es el libro que me tiene trabajando más en este momento. La
biografía de 900 páginas, que combina elegantemente el estilo académico con el
literario, que supuso 7 años de trabajo a esta escritora argentina, me permite
habitar en el universo de Virginia Woolf y permanecer en él tanto tiempo como
quiera.
La vida por escrito permite leer la vida de Virginia Woolf
desde la perspectiva del lugar que la escritura ocupó en la vida de esta mujer,
que entiendo del orden del fundamento. Pero también la frase La vida por escrito
trae en su formulación cierta clave melancólica, que presenta esa otra arista
que Woolf escribe pero sin embargo se le escapa, se le torna imposible: “to
look life in the face”.
Esperan
–haciendo equilibrio junto con alguna novela de Jane Austen– Nadia
Fusini con Poseo mi alma, El secreto de
Virginia Woolf y Elisabeth Roudinesco con La familia en desorden.
¡Ojalá
tuviera más tiempo de ocupar mi poltrona junto al fuego, nada mejor en un agosto que se anuncia cruel, nada como el invierno para dar rienda suelta a la
lectura!
Mesa de luz de Elianna
Hoy me desperté con las
letras desordenadas. Será por la reapertura del blog, los dientitos
de Salva que están queriendo salir, o el fin de mi análisis, que
aconteció esta misma semana, después de unos largos y productivos
años. Miles de hojas. Será por una de esas tres cosas, o dos, o tres. Nacer. Es raro este sentimiento de soledad que
empiezo a sentir ahora. Por el fin de mi análisis digo. Hasta la
lectura de libros es con una perspectiva diferente, entre pañales y
mordillos. Desde que nació Salvador, claro está. Cada texto que leo
o releo y me gusta, quiero correr a compartirlo. Con ustedes, me
refiero.
Los tiempos son otros,
las lecturas han sido escasas pero intensas, y muchas veces con
Salvador en mi regazo. He descubierto que Cortázar se puede leer
boca arriba, mientras vigilo insomne que Salva duerma, y que los
poemas de Peri Rossi tardan lo que una estadía en el coche. (Por
cierto que su sarcasmo y su capacidad de reírse de sí misma me
quedan, como una risotada bajita, por mucho tiempo más. O hasta que
los releo y los resignifico: una risa dialéctica, es decir, una
auténtica sonrisa.) Mi casa es la escritura es uno de mis
libros favoritos. Y Playstation es, más que la risa bajita
que comentaba recién, una carcajada a boca de jarro. La
poesía es una de las formas de literatura más plausibles de ser
releídas: uno siempre encuentra una vuelta de tuerca nueva, y eso
–creerán que lo digo ex profeso porque estamos con el Humor en el
tapete pero yo de verdad lo digo siempre–, es una de las más
vehementes pruebas de que estamos ante un texto literario de calidad.
Este racconto iba a
empezar de una manera pero, como dije al principio, hoy me desperté
con las letras desordenadas y tuve que cambiarlo. Iba a empezar con
Ceci, nuestra querida Ceci, que ya publica en papel su propia
narrativa, pero empezó al revés. Ceci es ahora coautora de un libro
de cuentos llamado 22 mujeres +, que nació más o menos con
Salvador –razón por la cual no pude estar físicamente en su
presentación–, pero al poco tiempo ella misma me proporcionó un
ejemplar dedicado y autografiado, una joyita. (Tal vez Ceci por ese
entonces ya sabía que mi tiempo de exposición a la lectura tendría
estas nuevas características, y adivinó que un cuento a veces es la
medida exacta entre siesta y cambio de pañal.)
Otra aventura de estos
meses relacionada con la lectura ha sido el libro de Mayra, que nació
al papel y la tinta en el mes de abril. Rutas cortazarianas es
la bitácora de viaje de una familia entrañable donde aparecen un
licenciado en psicología, una domadora del tiempo y una serie de
personajes extraños que evocan al propio Cortázar… Un viaje de
ida y de nunca más vuelta, una cinta de Möebius de la que el lector
es arte y parte. Un libro que, entre otras cosas, me llevó a leer
Los autonautas de la cosmopista, padre biológico de Rutas.
Papeles inesperados es otro gran libro de Cortázar que me
acompaña, gracias a Mayra, últimamente, y que por su calidad de
antología me es propicio leer. Una lindísima y entrañable
colección de textos que se puede empezar a leer por cualquier parte
–y también en cualquier momento… Mientras Salva juega en su
gimnasio, por ejemplo–.
Como ven, queridos lectores, se han producido varios nacimientos en
Langue Lengue estos últimos tiempos. Y los nacimientos
inevitablemente le desordenan a una las letras.
amigotas: como les dije en otro lado, me encantaron sus mesas de luz. sobre todo, me encantaron las escrituras.
ResponderEliminaryo ando luchando por terminar el libro del sándor que una vuelta me prestó mayra: "La mujer justa". me ha venido resultado un bodrio de antología! la parte 1 me había enganchado bastante y ya en la 2 tuve ganas de cometer libricidio! ahora estoy terminando la 3, o sea, la última, iupiiii! Demasiado repetitivo, no me engancha tampoco el estilo narrativo. ¿por qué lo seguí leyendo? me lo fui preguntando cada vez que puteaba la excesiva descripción de todo. me encontré diciendo en voz alta en el ómnibus: "por dioooossss, dale gas, marai, no jodas!". Me cuesta mucho no terminar un libro, le quiero y me quiero dar chance hasta último momento. igual he abandonado muchos libros. pero sobre todo me cuesta cuando gente con la que tengo afinidad en la mirada, en la percepción estética, en gustos, búsquedas y/o sentires, me ha dicho que vale la pena. Y cuando es un libro tan leído, quiero saber por qué... entonces sigo. En este caso, mi amigo nico, de la librería Minerva, me había comentado que a él lo había aburrido, pero le había resultado interesante toda la descripción de la burguesía y de los tiempos entre guerras, y después de la 2da. Y que en el final del libro todo tomaba como otro cariz, más integrador. No me enganchan mucho esos temas tan enormes, cuando no están centrados en lo que le pasa a alguien, subjetivamente. gente que se ha aburrido fenomenalmente con este libro de marai, me ha hablado de otro que sí les gustó, pero no me acuerdo el título.
ayer empecé a leer "La invención del amor" de Ovejero. qué diferencia entre algo que te atrapa de una y algo en lo que tenés que hacer un esfuerzo para mantener la vista en las líneas y no paséandola afuera de la ventanilla (literal o metafórica). cuando lo termine les cuento.
Un libro leído hace poquito, -tras la insistencia repetida y repetida y repetida de mi amigo nico-, de los que la prosa es atrapante, -calculo que tendrá su quever la contemporaneidad y coespacialidad: argentina, ahora nomás- es el libro Rabia, de Sergio Bizzio. muy bueno. muy. Otro que también leí sin parar en dos viajes de ómnibus: "Cómo me reí" de César Aira. me sorprendió por la melancolía. no era el Aira que había leído antes. La prosa de Aira me encanta. sus libros editados por Eloísa Cartonera: "El todo que surca la nada" y "El cerebro musical", me encantaron. después les amplío más.
ya me despaché con varias lecturas, así que por ahora la dejo por acá! ¿qué les pasó a uds. con "La mujer justa"? estoy recopilando experiencias. ahhh, el otro que leí hace poco, fue del de Paolo Giordano "La soledad de los números primos". después les cuento! besos!
Ceci! qué bueno tener tu mesa de luz, me reí mucho porque a mí también me sucede que me cuesta mucho abandonar libros, no es que no lo haya hecho, por ejemplo un libro que abandoné luego de leer las primeras 20 pág fue El amor líquido de Bauman, incluso diré que lo abandoné con gusto e indignación, pero en general me gusta darle al libro todas las oportunidades que mi paciencia tolere. También abandoné el Ulises pero no definitivamente, sé que volveré -por quinta vez- a intentarlo y con qué entusiasmo! Me consuela un poco saber que la Woolf consideró la lectura del Ulises un verdadero martirio pero, sin embargo, logró martirizarse hasta el final!
ResponderEliminarte mando un beso, estate en la vuelta!
paola
Lo último que leí que me encantó fue El evangelio según Jesucristo, de Saramago. Todavía no había probado de leerlo, y el título no prometía algo nuevo, pero me gusto tanto voy a empezar a leer La caverna.
ResponderEliminarCon respecto a Saramago, te diré que si bien leí y hasta el final dos de sus libros cuando terminé La caverna terminó también nuestro romance.
ResponderEliminarCuando termines de leer La caverna me gustaría leer tus comentarios y así intercambiamos puntos de vista.
Un gusto recibirte en esta sección tan querida del blog
Paola
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ResponderEliminaren Langue Lengue - por suerte- no nos gusta el mismo tipo de libro, motivo de lindísimas tertulias, que nos apasionan tanto como a otros las conversaciones de fútbol.
Me encanta Saramago, de hecho sólo dos veces le escribí cartas a escritores, la primera fue a Kundera, una carta-en español- que nunca le mandé por supuesto pero que necesité escribir, y la segunda a Saramago, esa sí la envíe, y supongo que le llegó. Se la escribí porque su escritura logró algo que me resultó muy novedoso. Soy una persona bastante acelerada, suelo hacer las cosas rápido, y leyendo a José Saramago- La caverna, La balsa de piedra, El hombre duplicado- sentí su lectura me llevara a otro ritmo biológico que también me quedaba cómodo. Y quise contárselo.
La caverna es un libro fuera de serie- a mi criterio- ya que tiene la magia de refrescar un gran mito, e insuflándole un vigor nuevo.
Esperamos tu comentario.
Mayra
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