Julio César Castro

En Langue Lengue estamos trabajando sobre el Humor. Para esta reapertura nos pareció muy significativo recordar al entrañable Juceca.

Juceca, Montevideo 1928-2003. Escritor, humorista, y dramaturgo uruguayo

 A través de su personaje Don Verídico (Los cuentos de Don Verídico, Editorial Arca 1979) desarrolló un humor absurdo que encontró cobijo en el boliche El Resorte, lugar en el cual seres entrañables beben acodados en la barra, mientras disertan con tremendismo asuntos filosóficos.
Los dejamos con uno de sus cuentos, esperamos que lo disfruten tanto o más que nosotras.



El sorprendente caso del lobizón sorpresa

Asunto que supo ser como de brujería, lo que hizo un tal Moretón Mortajo, lobizón él, pero del tipo lobizón sorpresa, de los que nunca se sabe en qué se le pueden convertir. Lobizón con un respeto pa la fecha, eso hay que decirlo, porque se convertía nada más que los viernes a la medianoche. Y tanto en bicho como en cosa cualquiera. Como ni él ni naides sabía en qué se podía convertir, los viernes lo invitaban al boliche El Resorte y se armaba timba. La gente apostaba, y el que acertaba en qué, se llevaba toda la plata. Y Moretón Mortajo, que era el que hacía el trabajo más difícil, apenas si lo arreglaban con una copita y un quesito con mermelada pa picar. Y una noche va y se convierte en ventilador. No embocó naides, y arriba salieron varios engripados porque hubo corriente y además se volaron varios billetes. Otra noche, a las doce en punto, va y se convierte en arroyo crecido, y no acertó naides y arriba casi se ahogan cuatro. Algunos de los timberos lo quiso cachetear por convertirse en cosas así, que nadie le podía embocar. Y un viernes 13, lo invitaron a que fuera al Resorte pa formar timba, pero que fuera temprano, le dijeron. Medio en secreto pero las voces se corrieron y llegó gente de lejos, y algunos con plata fuerte como ser treinta y dos pesos, y hasta más. Lo hicieron ir temprano cosa de tener tiempo de irlo observando y ver de adivinarle algún gesto que diera una pista. Le sirvieron vino, lo hicieron caminar de allá pa acá, lo tuvieron un rato sentado en una silla, le preguntaban cosas, datos y chismes de los hermanos y abuelitos, le averiguaban gustos, todo pa ver si le descubrían una inclinación, un algo, una señal pa ver si esa noche se convertiría en ternero, en cacerola, en sillón de dentista, en puesta de sol, en teléfono ocupado, cosas así, porque era lobizón sorpresa. La Duvija, un suponer, opinó que por la manera de sentarse podía convertirse en espejo de tualé. El tape Olmedo fue y le comentó a Rosadito Verdoso, le dijo:

–Pa mi, por la forma que tiene de agarrar el vaso, clavau que se convierte en estatua de hombre leyendo un libro.

Rosadito Verdoso lo miró así al tape, y le dijo que de ninguna manera, y que por la forma que estaba peinado esa noche no andaba lejos de que se convirtiera en un fardo de pasto seco. Cada uno se hizo una idea, y cuando se acercaban las doce de la noche empezaron las apuestas con el nombre de lo que sería, y cada cual a poner la plata en el mostrador porque no se aceptaba si no se veían los pesos.

A lo lejos sonaron las campanas de las once, y todas las vistas estaban clavadas en Moretón Mortajo, y Moreton serenito y sin dar señales. La solitaria campanada de once y media hizo que la gente se moviera inquieta de un lau pal otro, y se rascaban las barbas sin un criterio y alguno se asomaba como pa ver la noche, como si el viento o la luna llena le pudiera dar el dato justo, pero nada. Hasta que empezaron a sonar las que iban a ser doce campanadas, las de la medianoche, la hora en que el lobizón sorpresa se había de convertir. Y a las doce en punto, va y se convierte en sargento de policía. Los acusó de timba con cuerpo del delito a la vista, y sin siquiera sacar el arma de reglamento les decomisó todita la plata y los dejo tres días encerrados en el boliche, incomunicados, y pa pior, sin vino.

Mesa de luz


Mesa de luz es una sección entrañable para las tres integrantes de Langue Lengue; una sección que con entusiasmo escribimos mensualmente, queriendo compartir las lecturas que vamos haciendo; una sección en la que esperamos nos cuenten ustedes, también, los libros que los esperan junto a la cama en sus mesas de luz, cada noche.


Mesa de luz de Mayra                                                                                                                           


He estado leyendo y abandonando unos cuantos libros en los últimos meses. Siempre me pregunto si se trata de una cuestión de disponibilidades puntuales o si con ese sólo intento podemos sentenciar que tal o cual autor no nos gusta. Lo cierto es que en mi caso pocas son las veces que reincido si no logré que la lectura me obligara en ese primer round de seducción. ¡Qué vamos a hacerle! La lista de libros deseados tiene un gran acumulado y entonces lo usual es que avance al siguiente casillero.
Aun tibio en la mesa de luz está Las arañas de marte de Gustavo Espinosa, uno de esos ejemplares que te agarran desprevenida -llegó a mis manos por ser socia de Banda Oriental-, me gustaron los colores de la tapa, ojeé alguna frase de la introducción, y me intrigó el compartir con el autor el gusto por Cortázar. Me llevó de principio a fin sin darme siquiera la oportunidad de preguntarme si quería o no terminar el libro. Quisiera leer algo más de este escritor uruguayo, en cuyas páginas encontré una preciosa manera de narrar y un pasado que me permitió crear memoria.
Otro texto que me tiene entre sus manos es No leer, del chileno Alejandro Zambra: una sucesión de pequeños artículos despliegan opiniones muy interesantes acerca de la lectura de diferentes autores –entre otros Mario Levrero, Macedonio Fernández, José Donoso–, ensayos que cuestionan las maneras de escribir, las de leer y las de criticar en América Latina. Un precioso ejemplar que voy leyendo en cuotas cada sábado que puedo pasar un rato por la biblioteca del Centro Cultural de España. Pocos lugares, para mi gusto, son más propicios para estar leyendo, pensando, y deleitándose en la cafetería con un capuchino y torta de ricota con pasas de uva.
En la mesa del consultorio, entre el reloj y la lámpara, se apilan libros de psicoanálisis. Descansa recién terminado Sinthome, incidencias de escritura, de la Colección Convergencia. Una serie de ponencias enlazadas en torno al Seminario 23 Le sinthome, de J. Lacan. Novedosas lecturas de colegas argentinos que habilitan interrogantes clínicas alrededor de los movimientos posibles en y con el nudo borromeo. Espera su turno el seminario 21 de J. Lacan, Los no incautos yerran, texto en el que algunas puntualizaciones teóricas que vengo siguiendo supongo se aclararán, si encuentro el coraje de seguirlo a la letra.
Los amores, por supuesto que están a mano. Los libros de Levrero los abro seguido como quien consulta al horóscopo; Carta a una señorita en París, Axolotl y Casa tomada los leí en voz alta para alguien que tenía curiosidad de Cortázar; he picoteado también los seminarios de Lacan, según se alboroten las ideas a lo largo del día en el consultorio.


Mesa de luz de Paola                                                                                                                            

De que la Asociación Psicoanalítica de Viena le obsequió como regalo de bodas a Mathilde, la primogénita de Freud, un cuadro con un retrato de Freud sin barba –que databa del verano de 1908 cuando Freud se había afeitado totalmente-,  me enteré por el libro Sigmund Freud - Cartas a sus hijos, de Editorial Paidós. Que ese haya sido el regalo de bodas muestra una falta de tacto, buen gusto y sentido común por parte de la Asociación que convierte el gesto en un chiste, pero lo mejor de la anécdota radica en que Mathilde no reconoció a su padre en el retrato y decidió cambiarlo por un juego de copas y cubiertos de plata que le resultaban, sin duda, más prácticos y apropiados para su nueva casa.
Este es uno de los libros que se encuentran en mi mesa de luz desde hace algunos meses. Confieso que, si bien la extensa correspondencia entre Freud y sus hijos permite seguir explorando aspectos interesantísimos –al menos para mí de la personalidad de Freud y también del contexto tanto familiar como histórico en el que la teoría psicoanalítica fluía a través de su pluma, por momentos se me vuelve inevitable la pregunta: ¿leería algunas de estas epístolas si no provinieran de la pluma de Freud?... De todos modos, prosigo lentamente con la lectura y dejo que esa pregunta se deslice sobre las páginas con la esperanza de poder contestarla al final de la lectura.
Virginia Woolf - La vida por escrito, de Irene Chikiar Bauer, es el libro que me tiene trabajando más en este momento. La biografía de 900 páginas, que combina elegantemente el estilo académico con el literario, que supuso 7 años de trabajo a esta escritora argentina, me permite habitar en el universo de Virginia Woolf y permanecer en él tanto tiempo como quiera.
La vida por escrito permite leer la vida de Virginia Woolf desde la perspectiva del lugar que la escritura ocupó en la vida de esta mujer, que entiendo del orden del fundamento. Pero también la frase La vida por escrito trae en su formulación cierta clave melancólica, que presenta esa otra arista que Woolf escribe pero sin embargo se le escapa, se le torna imposible: “to look life in the face”.
Esperan haciendo equilibrio junto con alguna novela de Jane Austen Nadia Fusini con Poseo mi alma, El secreto de Virginia Woolf y Elisabeth Roudinesco con La familia en desorden.
¡Ojalá tuviera más tiempo de ocupar mi poltrona junto al fuego, nada mejor en un agosto que se anuncia cruel, nada como el invierno para dar rienda suelta a la lectura!


Mesa de luz de Elianna                                                                                                                       


Hoy me desperté con las letras desordenadas. Será por la reapertura del blog, los dientitos de Salva que están queriendo salir, o el fin de mi análisis, que aconteció esta misma semana, después de unos largos y productivos años. Miles de hojas. Será por una de esas tres cosas, o dos, o tres. Nacer. Es raro este sentimiento de soledad que empiezo a sentir ahora. Por el fin de mi análisis digo. Hasta la lectura de libros es con una perspectiva diferente, entre pañales y mordillos. Desde que nació Salvador, claro está. Cada texto que leo o releo y me gusta, quiero correr a compartirlo. Con ustedes, me refiero.

Los tiempos son otros, las lecturas han sido escasas pero intensas, y muchas veces con Salvador en mi regazo. He descubierto que Cortázar se puede leer boca arriba, mientras vigilo insomne que Salva duerma, y que los poemas de Peri Rossi tardan lo que una estadía en el coche. (Por cierto que su sarcasmo y su capacidad de reírse de sí misma me quedan, como una risotada bajita, por mucho tiempo más. O hasta que los releo y los resignifico: una risa dialéctica, es decir, una auténtica sonrisa.) Mi casa es la escritura es uno de mis libros favoritos. Y Playstation es, más que la risa bajita que comentaba recién, una carcajada a boca de jarro. La poesía es una de las formas de literatura más plausibles de ser releídas: uno siempre encuentra una vuelta de tuerca nueva, y eso –creerán que lo digo ex profeso porque estamos con el Humor en el tapete pero yo de verdad lo digo siempre–, es una de las más vehementes pruebas de que estamos ante un texto literario de calidad.

Este racconto iba a empezar de una manera pero, como dije al principio, hoy me desperté con las letras desordenadas y tuve que cambiarlo. Iba a empezar con Ceci, nuestra querida Ceci, que ya publica en papel su propia narrativa, pero empezó al revés. Ceci es ahora coautora de un libro de cuentos llamado 22 mujeres +, que nació más o menos con Salvador –razón por la cual no pude estar físicamente en su presentación–, pero al poco tiempo ella misma me proporcionó un ejemplar dedicado y autografiado, una joyita. (Tal vez Ceci por ese entonces ya sabía que mi tiempo de exposición a la lectura tendría estas nuevas características, y adivinó que un cuento a veces es la medida exacta entre siesta y cambio de pañal.)

Otra aventura de estos meses relacionada con la lectura ha sido el libro de Mayra, que nació al papel y la tinta en el mes de abril. Rutas cortazarianas es la bitácora de viaje de una familia entrañable donde aparecen un licenciado en psicología, una domadora del tiempo y una serie de personajes extraños que evocan al propio Cortázar… Un viaje de ida y de nunca más vuelta, una cinta de Möebius de la que el lector es arte y parte. Un libro que, entre otras cosas, me llevó a leer Los autonautas de la cosmopista, padre biológico de Rutas. Papeles inesperados es otro gran libro de Cortázar que me acompaña, gracias a Mayra, últimamente, y que por su calidad de antología me es propicio leer. Una lindísima y entrañable colección de textos que se puede empezar a leer por cualquier parte –y también en cualquier momento… Mientras Salva juega en su gimnasio, por ejemplo–.

Como ven, queridos lectores, se han producido varios nacimientos en Langue Lengue estos últimos tiempos. Y los nacimientos inevitablemente le desordenan a una las letras.

El Licenciado Lapsus Linguae: Martín Fierro al diván



Por Mayra Nebril  

Aquí no valen dotores, sólo vale la experiencia; aquí verían su inocencia esos que todo lo saben; porque esto tiene otra llave y el gaucho tiene su cencia.”          Martín Fierro – José Hernández

El dueño de la Estancia turística La Querencia se había quedado sin capataz y buscaba a alguien idóneo en las tareas de campo, pero necesitaba también alguien que aportara lo suyo a los huéspedes del hotel.  Se había informado y había buscado con esmero, tenía entre manos tres candidatos con tan raras habilidades como difíciles sus caracteres, y por ese motivo había contratado al Licenciado Lapsus Linguae que iría a la estancia para hacer la selección de personal.  
A Lapsus le interesó  la propuesta sobretodo por las tres noches de alojamiento en la mejor habitación de La Querencia.  Salir de su consultorio y de Montevideo era genial, además podía llevar a la candidata que estaba evaluando en su vida personal, una señorita que si lo va a sacar de solterón, merece un capítulo aparte.  Pasó la primera noche cenando a la luz de las velas, y chapoteando luego en la gran piscina de agua termal. ¡Ay qué feos quedan ese bigote y esa barba mojados!  Diga que Lapsus siempre tiene una cita erudita y ocurrente para volver a encandilar a su candidata. 
Temprano en la mañana bajó a desayunar con los curriculum vitae, los ojeó minuciosamente mientras comía todo lo que se ofrecía, resultó de buen comer el Licenciado.  Martín Fierro de entrada le arrancó una sonrisa con su curriculum escrito a mano en letra cursiva y en verso.   

Soy Martín Fierro y me vine pa la estancia la Querencia,
me va ver Lapsus Lengua que de sabio tiene licencia,
no pa decir si soy buen capatá, montiador, o tropero,
él va a oservarme y decir cómo estoy del balero,
Ay ay ay si no me elije este locólogo con su cencia,
No tendré más oción que volver otra vez a La Carencia.

Original el gaucho, pensó el licenciado ubicado ya en la oficina que le habían asignado.  Adentro, dijo Lapsus, sonó cantado y apaisanado.  Martín Fierro se había aprontado para la cita con esmero, peinado a la gomina y perfumado como para tener bien cubiertos cincuenta metros a la redonda, bombacha de campo negra, camisa blanca y una faja con la escarapela nacional.  
-          Encantado Licienciado, me hablaron mucho de usté, dice el dueño que es la última prueba antes de entrar a La Querencia.
-          ¿Quiere el trabajo, Fierro?
-          Claro patrón.  Quiero ser capatá, y ademá me gustó que el dueño quiere que cada tarde haga con lo mío un epetáculo pa los turistas. Y que hasta nos va a traer un correofo, (coreógrafo corrigió Lapsus), un hombre de tiatro pa que el epetáculo sea lindo de ver.  Y eso estoy buscando, Licienciado.  Dígame qué tengo que hacer Don, ¿cómo e la prueba?
-          Hábleme de su habilidad.   
-          Miré dotor, pa ser licienciado se etudia, pa saber susurrar se oserva con cuidado y atención a los vicho y uno se mezcla con ellos hasta que sabe soplar y decirles, ¿intiende?
-          Pero usté e único Fierro, otra gente de campo mira a los animale y no aprende – siempre se mimetizaba con el habla de su interlocutor el Licenciado, igualito a Fierro – En cambio usté es un susurrador de antología. Cuénteme de la primera vez.
-           La primera vé de susurrador, ¿no? … etaba sentado en la oriya del río con el rebaño pastando, y beeee be beee, y bee ee be y entonces la miré fijo y ella como que sí, como que dele patrón que usté puede y yo beee bebee, y ella que beee y así jui sabiendo a hablar como oveja.  Y despué un día que etaba contento escuché a una vaca y la entendí y arranqué con el mu muuu mu y dale que se puso linda la conversa.  Pero me vio el capatá y empezó con que me había agarrado la lú mala y me dispidió.  Entonces me jui y mientras conseguía otra changa meta conversar con una oveja de esas lanudas y viejas que me alvirtió que no podía andar beeee muúu, y entonces aprendí a susurrar, en el shukk shhh shuk shhh les digo lo mesmo, pero no inpresiona tanto, parece más mejor, más centífico y además es como una lengua más general, como saber hablar el inglé de la oveja ¿me entiende Lasus?
-          Me gustaría verlo, usté es un artista Fierro.
-          Lo mesmo me dijo el Don Querencia cuando me vió, y pensar que yo ni cuenta.  Lo usaba por aburrimiento, las ponía en fila y todas pa adelante, y ahura dos a la izquierda y a la derecha tres, y arriba la pata de atrás y terminamos con un beeee alto y entonado.  Es difícil la soledá Licienciado “La soledá causa espanto, el silencio causa horror; es continuo terror, es el tormento más duro”
-          Qué completo Fierro, también es payador.
-          “No andes cambiando de cueva, hacé las que hace el ratón: consérvate en el rincón, en que empesó tu esistencia: vaca que cambia de querencia se atrasa en la parición.”  Y sabe Licienciado que yo nací en una estancia acá circa. 
-          Fierro, ahora le voy a pedir que haga el dibujo de una persona bajo la lluvia, y que luego en la parte de atrás de la hoja escriba una historia de esa persona.
-          ¿En sirio? ¿Y con eso qui quiere saber?
-          Usté no si preocupe por eso, dibuje lo que se le ocurra y va a estar bien. 

Luego de una pausa Martín empezó a escribir la historia antes de dibujar “Pido a los santos del cielo que ayuden mi pensamiento; les pido en este momento que voy a cantar mi historia me refresquen la memoria y aclaren mi entendimiento.”  Dibujó un gaucho mirando la lluvia a través de la ventana de la Pulpería La Querencia con una viguela en sus manos.  Vivo, vivo Don Fierro.

-          Para terminar le voy a mostrar tres láminas, y usté me dice qué ve.
-          ¿Y me conviene ver algo Licienciado?  ¿o a veces mijor pasar?

Las láminas analizaban la relación del candidato con la autoridad, el control de impulsos y, la  tolerancia a la frustración.  Fierro hizo una payada cada vez, respuestas que no permitían más que un diagnóstico subjetivo, conclusión que el Licenciado escribió en el informe para Don Querencia: 
Martín Fierro es el mejor candidato, 
para el puesto de capataz, 
no estoy siendo falaz, 
además de hombre de campo 
es todo un chouman sagaz, 
pido estar en primera fila,
 el día que se decida
 a contratar a este gaucho perspicaz

En agosto se estrenó el espectáculo, los presentes aplaudieron a Fierro hasta que las palmas ardieron, hombres, mujeres, ovejas y vacas; el Licenciado lo ovacionó de pie.

¡Es completo el Licenciado Lapsus Linguae, che! Sabe de clínica pero también de selección de personal. Querido lector, si usted tiene alguna consulta para hacerle, aproveche, mire que durante un tiempo nos acompañará en el blog y ofrece sus sapiencias sin costo.

Licenciado Lapsus Linguae: Gregorio Samsa al diván



por Mayra Nebril             

Una mañana al despertar de un sueño agitado, Gregorio Samsa se encontró en una cama transformado en un horrible bicho”                 
La metamorfosis. Franz Kafka


Habían transcurrido cinco años desde el primer encuentro entre Gregorio Samsa y el Licenciado Lapsus Linguae. Aquella primera vez Gregorio planteó su situación, y Lapsus quedó rumiando asuntos que debía resolver para que atender a Samsa pudiera ser aceptable dentro de su cuerpo teórico-clínico.  “¿Puede el psicoanálisis tomar como paciente a un animal? ¿Un perro deprimido puede venir a atenderse? ¿O una gata con un embarazo no deseado? ¿O un hámster con fobia al aserrín?  ¿Y un insecto con baja autoestima? ¿Acaso podemos curar a un insecto de ser insecto? ¿Cuánto será instinto y cuánto pulsión en Samsa? ¿Mi técnica humaniza lo animal o animaliza lo humano? ”  Las interrogantes se mudaron al pensamiento del Licenciado, hasta que el asunto se pareció más a un copamiento de cabeza, agobiado de dar vueltas sobre asuntos similares, sentenció “Pa´ qué tanto Gre Gre para decir bienvenido Gregorio; si quiero investigar de qué se trata, es hora de arriesgar y comenzar.”  Y así habían empezado a trabajar juntos. 

El Licenciado esperaba con expectativa la llegada de Samsa que le había anunciado que tenía algo para mostrarle. Lapsus tomó su cuaderno de apuntes y empezó a hacer historia de aquel recorrido tan particular.  Se tentó recordando la primera y única sesión en el diván, cuando Gregorio cayó de espalda mientras sus seis extremidades se estremecían tomadas por un miedo ancestral que lo llevó al pánico, y otro tanto al Licenciado que queriendo ayudarlo no se decidía cuál de las seis patas agarrar para darlo vuelta.  Terminaron ambos exhaustos del forcejeo, apelando a un ansiolítico y decidiendo que trabajarían cara a cara.
Y luego la reminiscencia trasladó a Lapsus al segundo verano de trabajo conjunto, cuando probablemente como prueba de amor exigida a su analista, el paciente vistió musculosa floreada, short y ojotas en sesión, ¡espectáculo y pico se mandó el Gregorio! Ayayayay, cuánta valentía demostró el Licenciado, ni parpadeó, ni sonrió, ni bromeó e incluso pensó con ternura en la paciente de las dos de la tarde, y lo linda pareja que formarían de encontrarse casualmente en la puerta del consultorio.
Rememoró también la vez en que el paciente regurgitó un almuerzo muy dudoso en el tapizado de gamuza color habano del sillón, sin siquiera pedir disculpas.  Lapsus supo estar a la altura requerida y comprender que su paciente regresivo, en todo sentido, requería de su comprensión, y más tolerancia. Pero sobre el final de la sesión Linguae le alcanzó un balde con agua y un trapo, acto analítico que permitió que Gregorio se hiciese cargo de su mugre y que creciera de una vez por todas.
Vino a la memoria del Licenciado el último tramo del tratamiento, momento en que Samsa segregó feromonas y la habitación se plagó de cucarachas en celo, cucarachas que ignoraban a Lapsus y que morían de amor y ardían de deseo por Gregorio, clara rivalidad edípica que el Licenciado pudo trabajar con su paciente, claro que él atraía hembras, claro que era un gran cucarachón.  
Lapsus miró el reloj, Gregorio llevaba cinco minutos de retraso, Qué sería lo que quería mostrarle, inevitablemente regresó al principio, a la primera entrevista, la que había sido un despliegue para los ojos, el tacto y el olfato, la que aun 1825 sesiones después estaba grabada con exactitud en su pensamiento.

-          Ay estimado Licenciado, muchas gracias por recibirme en su consultorio, sé lo difícil que será para usted tolerarme ante sus ojos.
El Licenciado extendió la mano y en el apretón sintió una dureza resbaladiza que hizo que un asco visceral le trepara por la espalda. 
-          Hablaré sin rodeos con usted, Licenciado Lapsus Linguae, a pesar de que no es el estilo en que más fácilmente logro manejarme, pero comprendo que es el que se requiere en estas circunstancias. … Me convertí en bicho hace ya más de diez meses. 
-          ¿Y qué bicho es, Sr. Samsa?
-          Un insecto, entre cascarudo y cucaracha, ¿no lo ve?
-          ¿Cambió interiormente o siente que sigue siendo el mismo? ¿Se reconoce como cucaracha?
-          No me atrevo a decir qué tanto la metamorfosis ha roto la continuidad de mi ser. No sabría decir qué hace que uno diga esto soy yo, y esto otro no es mi esencia. Pero tuve que aprender todo otra vez, a moverme, a ingerir alimentos, a defecar, y hasta hace un mes no había logrado poder volver a hablar.
-          ¿Y su familia Gregorio?
-          A ellos les daba asco, miedo, odio. Me querían matar. Tuve que desaparecer. Pero una vez en la calle todo fue mejorando, hasta recuperé la voz. Aun siendo un bicho, teniendo seis patas y gustando de la basura, estoy mejor.
-          ¿Come basura?
-          Soy bichicome.  Soy bueno con la basura, la sé manejar, clasificar, vender.  Tengo una P.Y.M.E, me va bien y soy independiente. Antes era un esclavo de mi familia. Disfrutaba de ser el bueno de Gregorio, ¿entiende? Aun así mi madre me decía que era un bicho, después mi hermana agarró la costumbre de llamarme Bichi, y finalmente mi padre contó que su exjefe era una cucaracha, antisocial, rastrera, parecida a mí.  Y amanecí así. 
-          No comprendo cuál es su hipótesis
-          Creo que la palabra bicho se me soldó a la carne, dejó de ser un concepto al que apelo cuando pronuncian la palabra, soy como un objeto antes de que le pongan nombre, ¿entiende? Y creo que podemos revertirlo.
-          ¡Qué hipótesis rara Samsa! ¿Y usted cree que podremos des-entrañar la cucaracha de usted? …

Sí, cuántos recuerdos, el Licenciado había soportado estoico las pruebas, y por eso habían arribado a ese día en que Gregorio le había adelantado que tenía una gran novedad.  A través de la ventana lo vio aparecer.  Los ojos de Lapsus Linguae se desorbitaron.  Gregorio Samsa era un ser taaan especial.

 - Gracias Licenciado - dijo Samsa. - ¡Alégrese conmigo, hombre! Usted hace milagros.

Lapsus observaba perplejo la nueva metamorfosis de Gregorio, quería creer que sería mejor lidiar de ahora en más con un mono en lugar de con una cucaracha, pero claro que no estaba seguro ¿quién dijo que es fácil ser psicoanalista?

Llamado a la solidaridad

Cecilia Fernández
Se ha perdido, en las inmediaciones de la Universidad, una idea.

Se me cayó casi al descuido, como quien no quiere la cosa. 

Venía meditabunda, enredada con otras ideas que la toreaban en patota, haciendo alarde de complicidad compartida, denigrándola hasta la insignificancia. Poco duró el ensañamiento. Aunque intenso, pronto dejaron de observarla, abocadas en acariciarse el lomo mutuamente, en una performance histérica de alto vuelo. También yo la perdí de vista, fascinada en ese espectáculo de histrionismo shakespeareano, con ser o no ser incluido, entre otros craneamientos.  

No percibí el instante en que mi idea tímida se retraía lentamente hasta desaparecer, deslizándose calladamente en tobogán por mi pantalón hasta el suelo de la principal avenida. Al menos eso supongo, porque a decir verdad, no la vi.

Lo noté cuadras después. Cuando el espectáculo grandilocuente que me había tenido captada hasta ese entonces comenzó a aburrirme, y un vacío empezó a gestarse, tironeándome del pantalón, hasta adueñarse de mí completamente. 

Con horror, reparé en su ausencia. La boca del estómago acusó recibo y luego en oleadas crecientes, todo mi aparato digestivo y respiratorio, hasta la garganta.

Vestía jeans y buzo azul.

No es de valor para nadie más que para su dueña. 

Permuto por las otras, sapientes y seductoras, de gran valor en el mercado. Yo quiero mi idea. 

Se recompensará.

Por información, comunicarse a este blog. 



Publicado en  http://entretextosymediastramas.blogspot.com/
el 21 de Junio de 2012

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